ECONOMIA INTERNACIONAL: MACARIO SCHETTINO

La revolución energética en Estados Unidos y México

Creo que muchos no comprenden la urgencia con que debe modificarse la estructura económica de México.

19 de Julio de 2013
Macario Schettino es profesor de la División de Humanidades y Ciencias Sociales del Tecnológico de Monterrey, en la ciudad de México y colaborador editorial y financiero de El Universal (México).
 
Creo que muchos no comprenden la urgencia con que debe modificarse la estructura económica de México. Lo que construimos durante el siglo XX fue bastante malo para entonces pero, ahora, es peligroso. Queda poco tiempo para corregirlo, si de lo que se trata es no asistir a un desplome.
 
En muchas ocasiones -desde hace ya algunos años-, hemos hablado aquí de la revolución energética en Estados Unidos. Incluso cuando muy pocos se habían percatado de ello. Ahora, este tema ha alcanzado los titulares y, cinco años después, se percibe que algo podría estar cambiando. Pero no captamos el sentido de urgencia. Pues bien; las exportaciones de petróleo a EE.UU. están cayendo. Si bien México ha dejado de exportar porque ha dejado de producir, lo que se percibe en los últimos dos años ya no es eso, sino que el gran cliente del petróleo mexicano, EE.UU., compra menos. De 2006 a 2011, poco más del 80% de lo que se exportó se destinaba a ese país pero, en 2012, la proporción se redujo a 76%, y en lo que va de 2013 se ubica en 71%. Ello significa que, el año pasado, Pemex debió encontrar clientes para 50 mil barriles diarios que los estadounidenses dejaron de comprar y, en el año en curso, lleva otro tanto. Como hallar clientes nuevos no es tan sencillo, ocasionalmente, las existencias de crudo se quedan en México, como sucedió en mayo. En ese mes, México apenas logró vender algo poco más de un millón de barriles diarios, la cifra más baja desde los años setenta (con la excepción de junio de 1985, que se debió a cuestiones climatológicas).
 
En marzo, por quinto mes consecutivo, EE.UU. produjo más petróleo que Arabia Saudita, y los estadounidenses se mantienen como el primer productor mundial. Hace algunos días, el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) presentó una propuesta para pensar la reforma energética que pone el foco en este cambio mundial del mercado energético, y en la situación extrema en que se encuentra México, el país más cerrado del mundo en esa materia. Es un interesante documento, aunque se estima necesario ser más insistentes en la urgencia del tema.
 
Las reformas legales son indispensables, como se sabe, pero tardan su tiempo en convertirse en operativas. Para que sea más claro: las reformas que se han logrado hacer en lo que va de la actual Administración, a través del Pacto por México, con todo lo celebradas que han sido, todavía no exhiben un impacto real. La educativa permitió una transformación del instituto de evaluación, y hasta ahí estamos. La de telecomunicaciones, ni siquiera ha ayudado a acelerar el "apagón" analógico, el tema más relevante en materia de televisión. Falta la legislación secundaria y, luego, su aplicación paulatina.
 
Pero ese tiempo creo que ya no lo tenemos. Si tardamos en una reforma energética lo que estamos tardando con las otras, será en un par de años, cuando el escenario de modifique y se permita inversión privada. Para entonces, EE.UU. y Canadá serán autosuficientes, prácticamente hablando, en hidrocarburos. El mercado petrolero sólo será el nacional, que no es muy atractivo. Si es así, la inversión que México podrá captar será reducida.
 
Mientras, se sigue deteriorando el resto de la estructura que construimos el siglo pasado, como le decía. Tanto el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) como el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE) están se exhiben financieramente destruídos. Incluso sin fijarnos en las pensiones, que se financian de impuestos, estas instituciones no pueden cumplir sus funciones. En un par de años, será necesario subsidiar la operación de ambas instituciones. Esto significa mover dinero de impuestos hacia allá.
 
Pero los impuestos ya no están siendo suficientes. Las pensiones -que no tienen de dónde financiarse- se llevarán en 2013 un 75% del IVA recaudado. En 1990, representaban 10% del IVA, para el 2000 ya era 45% y, ahora, alcanza a tres cuartas partes. En poco tiempo, esa recaudación -de no haber cambios- se destinará a pagar las pensiones. Estas, por cierto, sólo cubren a un tercio de la población.
 
En pocas palabras, la situación es seria. Los que somos más viejos podemos recordar muy bien lo que fue la década de los ochenta: vivíamos a duras penas. Los que hoy se quejan de que en México hay pobreza y de que se vive mal, simplemente ya olvidaron o no conocieron esos años. El país logró salir de esa situación gracias a la apertura comercial y al tratado de libre comercio. Pero el impulso de esos cambios se agotó rápidamente. Para 2001, nada quedaba y, desde entonces, México apenas ha sobrevivido. Sin hundirse, pero sin crecer. Gastos pospuestos (pensiones, inversión energética, etc.) alcanzaron. Por ello, desde 1997, se retoma la necesidad de las reformas porque, sin modificar la estructura económica del siglo XX, es imposible salir adelante.
 
Ya pasaron quince años y las reformas no tuvieron lugar. Los gastos en salud y educación crecen más rápido de lo previsto, el valor de la mano de obra es cada vez menor, y la revolución energética ha modificado el mercado mundial. Aún si las reformas fueran buenas (energética y fiscal), y pudieran implementarse en dos años, la situación sería complicada para México. Esto, en el mejor de los casos.
 
Todo lo comentado no implica que México no tenga oportunidades en lo que va del siglo: estas existen. La República Popular China está ya en proceso de freno, y el centro económico del mundo regresa a Estados Unidos, nuestro vecino y socio que nos necesita para tener éxito. Pero esa oportunidad, para convertirse en realidad, exige la transformación estructural que el país no ha llevado a cabo. No solo corresponde hacerla correctamente, sino con rapidez. Urgencia que no se observa en los tomadores de decisiones.
 
Este artículo fue publicado originalmente en El Universal (México) el 16 de julio de 2013.
 
Macario Schettino | The Cato Institute, sitio web en español