POLITICA: MARIANO ROVATTI

Sin sucesión

El gobierno afronta su momento más difícil desde 2003. Quebrada irremediablemente la alianza política que lo llevó y luego lo sostuvo en el poder, el kirchnerismo se encuentra...

22 de May de 2013
El gobierno afronta su momento más difícil desde 2003. Quebrada irremediablemente la alianza política que lo llevó y luego lo sostuvo en el poder, el kirchnerismo se encuentra a sólo cinco meses de las elecciones de medio término, con sus peores índices de adhesión, una brutal fractura social, millones de argentinos movilizados en su contra, una batalla a punto de perder contra el principal multimedio del país y una inflación con riesgo de descontrolarse. Más aún, el descrédito moral que lo envuelve socava las bases de adhesión de sus propios seguidores, que ya no ponen sus manos en el fuego por la calidad ética de los gobernantes.

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Frente a esa dinámica de acontecimientos, el Gobierno Nacional carece de un candidato propio capaz de ganar la decisiva Provincia de Buenos Aires. Menos aún, para las próximas presidenciales. Contra sus instintos, necesita sí o sí de Daniel Osvaldo Scioli o de Sergio Massa para encabezar su lista de Diputados Nacionales.
 
El kirchnerismo ya sabe que perderá en la Ciudad de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba y Mendoza, los distritos más populosos y prósperos de la Argentina. Y que solo puede ganar de la mano de sus gobernadores-delegados en el resto de las provincias, que necesitan los recursos federales para subsistir.
 
Lo que define el futuro es la elección bonaerense. Blanco o negro. Victoria, reforma constitucional y reelección o derrota, pato rengo y cárcel. No existen, aquí, opciones intermedias. Con Alicia Kirchner al frente, y el devenir de los actuales acontecimientos, el gobierno corre hacia su Waterloo. A pesar de contar con un poderoso armado logístico electoral (con posibilidad de fraude incluída), el gobierno podría recibir una paliza en las Elecciones Generales del 27 de octubre.
 
Frente al oficialismo, comienza a conformarse un conglomerado que contabiliza a Francisco De Narváez, Jesús Cariglino, Gustavo Posse y el macrismo de un lado, y al FAP y la UCR del otro. El primero de ellos podría vencer al gobierno, y cuenta con el antecedente de haberlo logrado cuatro años atrás.
 
Mentes más calmas que las que salen a enfrentar a la prensa habitualmente operan hoy para evitar la debacle. Y las opciones no se cuentan por docenas. Una de ellas consiste en forzar a Scioli a ser candidato a Diputado Nacional. Si acaso fuera en carácter "testimonial", el Gobernador perderá gran parte de su prestigio. Si renuncia, se convertirá automáticamente en una pálida reedición de Carlos Ruckauf, le aguardaría la jubilación política al concluir su mandato legislativo. Pese a su alta consideración pública, los niveles de adhesión popular del funcionario cotizan a la baja, víctima de un inevitable desgaste frente a las dificultades de gestión que padece.
 
El destino político de Daniel Scioli se encuentra atado a la suerte de la Administración Kirchner. Si se profundiza el deterioro de Balcarce 50, el proceso también lo afectará a él. Una recuperación de Cristina, por su parte, la ubicaría frente a la posibilidad de una tercera presidencia.
 
La otra opción es Sergio Massa (intendente de Tigre), quien espera que caigan las hojas del almanaque para cerciorarse del rumbo de los acontecimientos. Su decisión estará condicionada por ellos. La agencia norteamericana que lo asesora ya le aconsejó "quedarse en el molde" durante 2013. Pero el hombre no carece de ambiciones...
 
El miércoles pasado, todo estaba preparado para una conferencia de prensa en un hotel céntrico. Se presume que Massa iba a anunciar allí su decisión de competir en las elecciones legislativas de octubre. Lo haría por el Frente Renovador, incluyendo en su armado a un gran número de intendentes, legisladores y referentes. Conjunto comprendido por la mayoría del peronismo, algunos opositores de la primera hora, y otros oficialistas hasta hace pocas semanas.
 
La decisión del intendente de Tigre modificaría todo el tablero político. Sin salir al ruedo, Massa exhibe una imagen positiva superior al 50% y una intención de voto de más del 40%, más del doble que la que presentan Alicia Kirchner o Francisco De Narváez.
 
De todos modos, ese prelanzamiento quedó para otra ocasión. En su lugar, tomó parte de una aparición televisiva junto a la Presidente Cristina Fernández, el mismo día que dijo que ella no sería quien promoviese una reforma constitucional. ¿Casualidad?
 
La lógica expone que Sergio Massa se largaría a la competencia pensando en la elección del 2015, oportunidad en la que perseguiría la Presidencia de la Nación. Esta decisión es conjunta y coherente con la de participar en la elección de este año. Si acaso optara por la Gobernación, se quedaría tranquilo este año y sería el candidato natural dentro de dos años. Pero su idea sería competir por el premio mayor.
 
Sabe el alcalde de Tigre que es el político con mejor imagen entre la opinión pública desde hace más de un año, con un alto grado de conocimiento por parte de la población. Su paso por ANSES -en los tiempos de los ocho aumentos de haberes- le obsequió una remarcable popularidad en la franja de la tercera edad, segmento creciente en el mapa sociológico argentino. La Intendencia de Tigre -obtenida en 2007- le brindó una proyección que reforzó con su paso por la Jefatura de Gabinete, transcurrida la crisis del campo. Massa sacó ventaja de la ordenada administración que le legara Ricardo Ubieto, muerto poco tiempo antes de la elección. Su hijo cayó derrotado por el actual jefe comunal.
 
Definido el posicionamiento de Daniel Scioli -que no puede, no quiere o no sabe cortar el cordón umbilical que lo une a CFK-, Sergio Massa ve hoy allanado el camino para su proyecto propio. Situado en un plano que pretende ser superior a la dialéctica kirchnerismo-antikirchnerismo, navega en una suerte de "poskirchnerismo".
 
La actitud del joven intendente fue criticada por un número de referentes, por considerársela en extremo especulativa y ambivalente. Más de un dirigente perdió la paciencia, esperando una actitud más clara y combativa frente a la Casa Rosada.
 
Pero Massa prefirió jugar al límite con los tiempos políticos, los plazos electorales y los nervios de sus seguidores, aliados y adversarios. Aún tiene tiempo hasta el 12 de junio, cuando venza el plazo para inscribir alianzas, y el 22, momento en que se producirá el cierre de las listas de candidatos. El hombre carece de ideología: es un cuadro formado en el seno de la vieja UCEDE, pero irrumpió en la arena política de la mano del peronismo ortodoxo. Con él, trajo a Amado Boudou y a Diego Bossio, que optaron por quedaron firmes del lado de Cristina Kirchner. El análisis de Massita no descarta cerrar con el kirchnerismo, si acaso éste llegare a comprender sus propias limitaciones y lo acepta como el "mal menor". De todas maneras -y como sucede en la dinámica de cualquier acuerdo-, éste podría frustrarse si una de las partes percibe que ofrece más de lo que obtiene.
 
Paralelamente, el peronismo disidente muestra su incapacidad para ofertar un líder, consolidar una estructura política común y mostrarse ante la ciudadanía como una expresión novedosa, con dirigentes creíbles e ideas frescas. Insólitamente, Hugo Moyano y Gerónimo Venegas armaron sus propios partidos en paralelo, en lugar de confeccionar un solo nucleamiento, como reclamaba la lógica. Figuras del pasado tales como Eduardo Duhalde o Alberto Rodríguez Saá aún son vistos como referentes del espacio, aunque ya no tallan. Y Massa sabe que, en algún momento del futuro, podría contener a este espacio, que terminará disputando con Mauricio Macri.
 
En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, se desinfló finalmente el posible acuerdo entre Roberto Lavagna y el PRO, otrora alimentado por el peronismo rebelde. El Jefe de Gobierno porteño se percató de que si gana Lavagna, el ex titular de Economía pasará de ser un aliado a competidor y, en este tren, boicoteó el acuerdo: aceptó –otra vez- a Gabriela Michetti, que solo demanda se le respete su pertenencia la distrito Capital. Roberto Lavagna no participará de la elección si no tiene asegurado el triunfo, dejando al espacio sin candidato, y condenado a una nueva diáspora.
 
Otro inconveniente del sector es tener que explicar –vanamente- que peronismo y kirchnerismo son cosas distintas. Para debates académicos, puede resultar un ejercicio apasionante, pero solo remite a una pérdida de tiempo y esfuerzo cuando se trata de una batalla electoral. Merced a la inteligente estrategia de apropiación de símbolos que viene haciendo el oficialismo, la sociedad identifica al peronismo con el subsistema que hoy gobierna. Sin importar mayormente que Juan Domingo Perón los haya expulsado de la Plaza, hace algo de cuarenta años.
 
En el análisis de estos días políticos, podría ser un error observar la realidad como si se tratase de una foto. La aceleración de los acontecimientos sugiere mirar el proceso como si fueran los fotogramas de una película, que incrementa paulatinamente su velocidad, tornándose -por momentos- vertiginosa.
 
Cuando cualquier persona se halla frente a la posibilidad de retomar un viejo amor que en algún momento se quebró, o iniciar una nueva relación con alguien desconocido, suele elegir esto último: es que lo viejo jamás enciende esperanzas. Se lo elige solo cuando existen conformidad y deseos de continuidad. En un fin de ciclo como al que hoy asistimos, la sociedad requerirá actores nuevos para el escenario político por venir.
 
Mariano Rovatti | ArgenPolítica, sitio web