POLITICA: MATIAS E. RUIZ

De tempestades y castillos de naipes

El "modelo de acumulación de matriz diversificada con inclusión social" se acerca a su rápida implosión, bastante antes de lo pronosticado. Apuntes sobre la catarata de renuncias (rechazadas) y el estado de rebelión en el seno del cristinismo.

28 de Abril de 2013

"De aquí, te vas preso o muerto", se reporta que la Presidente de la Nación Cristina Kirchner replicó a Julio De Vido -ícono primigenio en el desbarajuste de la obra pública nacional- hace ya unos meses. Mercedes Marcó del Pont (la tristemente célebre "directora sin pliego" del Banco Twitter, Matías E. RuizCentral de la República) volvió a presentar su renuncia durante la pasada semana. La incomodidad de Miguel Galuccio (CEO de YPF) también cobró estado público en su oportunidad, y no solo una vez. Y el bueno de Hernán Lorenzino también invirtió tiempo para concretar en los hechos su ahora bien difundida prerrogativa del "Me quiero ir".

De entre los citados, habrá que decir que solo el titular de Finanzas será laureado con el codiciado trofeo de la salida anticipada. Lorenzino ha resultado ser tan inocuo como inepto, cuando se estudian en profundidad y a consciencia las directivas del modelo que hoy se presenta inapelablemente devaluado. No es, entonces, que al funcionario en su momento puesto a dedo por Amado Boudou se le exija la renuncia a raíz de sus manifiestas carencias técnicas (que contabiliza en abundancia): el muchacho de los brackets será puesto de un puntapié en la calle porque, a lo largo de los años transcurridos, ni siquiera ha aprendido a mentir con habilidad. Y eso, en el seno del kirchnerismo, es un pecado consuetudinariamente imperdonable.

El resto de la Armada Brancaleone oficialista deberá mantenerse, cada uno en sus respectivos puestos. Las razones para explicarlo son bien cristalinas: simplemente, se corporizan en artículos de primera necesidad cuando se trata de poner la cara frente a los micrófonos (y, eventualmente, ante los tribunales) para intentar justificar el remolino de barahúnda e indolencia que tiñen cada capricho surgido de la mente de la viuda de Néstor Carlos Kirchner.

"Cristina te usa y, después, te entrega a los lobos". En esta gráfica síntesis -compartida por un encumbrado funcionario kirchnerista que ruega desesperadamente por reserva de identidad- podría diagramarse el ADN del marco teórico que ganara forma y color en la votación del miércoles pasado en la Cámara Alta ("Reforma Judicial"). Como los generales que dirigen a sus tropas desde la comodidad de un escritorio, la jefe de estado escupió las Hernán Lorenzinomás furibundas y desagradables amenazas para los legisladores del FPV que exhibieran reparo alguno al momento de votar por el proyecto oficial... por vía telefónica. Con un agravante de obligada referencia: esos mismos diputados debían abandonar, más tarde, el palacio; cercado ya por la crispada ciudadanía que ya comienza a caratular su causa con el rigor de la lucha épica.

Sin chances para cuestionar, y obligados a permanecer en sus cargos, muchos son los dignatarios del subsistema que comienzan a toparse -de súbito- con dolencias coronarias antes desconocidas para sus desbaratados organismos. Vale, a tal efecto, consultar a Juan Pablo Schiavi y al desmañado jefe de la AFIP, Ricardo Echegaray. Al parecer, la moneda de cambio del pragmatismo militante viene acompañada de una onerosa atención médica y de futuros (e inimaginables) padecimientos.

A fin de cuentas, el cristinismo ha transmigrado en un entorno gris, regenteado por una jefa sin criterio, sanidad mental ni misericordia y representado por una bien nutrida asociación ilícita de alcance gigantesco... cuyos referentes ya ni siquiera pueden transitar libremente por las calles y avenidas del país sin arriesgarse a una rabiosa interpelación ciudadana. Esta instantánea quizás jamás haya sido anticipada por sus protagonistas, pero hoy -sin espacio para la duda- aquélla conduce a una irrefrenable sensación de pérdida de legitimidad.

So pena de abusar de la redundancia en el análisis, sirve refritar que el subsistema kirchnerista-cristinista no se desmorona necesariamente por la acumulación de episodios más o menos heterogéneos en materia de corruptela y de comprobable amateurismo. El castillo de naipes oficial sucumbe debido a sus tropiezos estratégicos, cuyos visos pueden rastrearse hasta comienzos de la Administración nestorista: el miedo al cacerolazo, el temor a la corrida cambiaria y la evasión de la justicia jamás pueden constituírse en el único eje de estratagemas destinadas a sumar ingentes cuotas de poder. Siempre, en estos casos de frugalidad estratégica y estructural, los espectros más temidos terminan convirtiéndose en realidad.

Al caer el telón, solo una leve brisa basta para desnudar la impericia, la baratura de la argamasa y la paupérrima cohesión molecular de los cimientos.

 

Matías E. Ruiz | Editor