INTERNACIONALES: LIC. SANTIAGO PEREZ

Nuevo ciclo de relaciones entre Brasil y la Argentina

Análisis de las relaciones bilaterales argentino-brasileñas. La estructura del Mercosur, el acercamiento de Brasil a las potencias del BRIC y las nuevas necesidades de la mayor de las economías de América Latina.

24 de Abril de 2013

La Argentina y Brasil son históricos socios comerciales. A su historia común se suman su proximidad geográfica y cultural, su complementariedad económica y Twitter, Lic. Santiago Pérezsu protagonismo dentro del concierto sudamericano. Estos factores han hecho que argentinos y brasileños se eligieran mutuamente para edificar la principal construcción de política internacional de sus respectivas historias. Hablamos -ni más ni menos- que del MERCOSUR.

Desde sus inicios en la década del noventa, la integración entre las economías de Brasil y Argentina ha ido sistemáticamente en aumento. La industria automotriz es un excelente ejemplo de asociación donde la producción de vehículos se realiza en forma coordinada entre ambas naciones. Al mismo tiempo -y como consecuencia del espectacular crecimiento de la economía brasileña durante la última década-, son múltiples las industrias argentinas que encuentran Cristina Kirchner y Dilma Rousseffen su vecino un atractivo destino para sus productos. Y no es para menos: Brasil es la séptima mayor economía a nivel mundial y poder acceder a semejante mercado con beneficios impositivos se convierte en una ventaja nada despreciable. Por supuesto que, como sucede en toda asociación, los beneficios de la la misma se dan en una doble vía. Son diversas las multinacionales brasileñas que han otorgado a la Argentina un rol protagónico dentro de su estrategia de expansión internacional, llevando a cabo importantes inversiones en múltiples sectores de la economía.

Desafortunadamente, este escenario de integración -que, de sostenerse y profundizarse en el largo plazo, podría aportar dinamismo a ambas economías- se ha visto crecientemente obstaculizado. Si bien los vínculos comerciales vienen degradándose desde hace ya algunos años, la decisión de la minera Vale de abandonar el megaproyecto de extracción de potasio en Mendoza terminó de encuadrar el estado actual de las relaciones bilaterales. Ante las sistemáticas trabas impuestas por la Argentina al ingreso de productos brasileños, se sumaron las restricciones al giro de dividendos al exterior. Estos elementos, combinados con la inflación en dólares estadounidenses que sufre la economía Argentina y otros aspectos relativos a este emprendimiento en particular, terminaron por tornar inviable el proyecto. Es importante remarcar que su cancelación es una mala nueva para ambas naciones. Argentina necesitaba de las divisas, y Brasil necesitaba del potasio.

Hasta ahora, la política había operado como un puente para destrabar conflictos sectoriales bilaterales. Los empresarios brasileños solían cuestionar las medidas proteccionistas de la Argentina y era el gobierno de Lula Da Silva primero y Dilma, después el que intercedía ante las autoridades en Buenos Aires a criterio de solucionar las controversias. La relación con Argentina es, por diversos motivos, una prioridad estratégica para la política exterior brasileña y es por esto que, desde el Palácio do Planalto, siempre se manejó con una delicada cintura política los reclamos hacia la Casa Rosada. El objetivo siempre fue claro. Defender los intereses de los poderosos empresarios paulistas sin comprometer las relaciones bilaterales. Así, pues, los conflictos solían resolverse en alguna cumbre de presidentes o de ministros, no sin pasar por agudas negociaciones. En otras palabras, los altos niveles gubernamentales operaban como la última garantía del bienestar de las relaciones comerciales.

Pero, si analizamos el escenario actual, pareciera que esta lógica se ha interrumpido. La creciente rigidez de la política económica argentina ha dejado sin margen de negociación a los respectivos gobiernos. La retirada de Vale es significativa, debido a los miles de puestos de trabajo que se perderán y a los millones de dólares que no se invertirán, pero también por ser un caso testigo en el que la política no pudo hacer nada para acercar a las partes.

Adentrándonos algo más en las distintas posiciones existentes al interior de Brasil, observaremos que éste complejo presente es inclusive más delicado de los que parece.

El MERCOSUR es una zona de libre comercio y, al mismo tiempo, una unión aduanera. Esto significa que no solo los bienes y servicios que se producen en los países miembros circulan libremente sino que, al existir un arancel externo común, todo lo que procede de países extrabloque debe tributar en forma uniforme para ingresar. Una de las consecuencias de esta construcción es la imposibilidad de los socios de firmar tratados de libre comercio con terceras naciones en forma independiente. Por dar un ejemplo, si Brasil o la Argentina tuvieran intenciones de negociar un acuerdo con Sudáfrica, podrían hacerlo únicamente en bloque (junto a Uruguay, Paraguay y Venezuela) y no de manera individual. Esta limitación está comenzando a ser cuestionada en Brasil, instalándose la posibilidad de eventualmente abrir un debate en torno a la estructura misma del Mercosur en el futuro.

Resulta que el lugar del gigante sudamericano dentro de la economía global no es el que era quince años atrás. El creciente protagonismo de Brasil en el espectro de las relaciones internacionales y su acercamiento a otras potencias como Rusia, India y China ha hecho que sus necesidades sean otras. Aunque parezca paradójico, actualmente, Brasil se ve privado de negociar un acuerdo comercial con China (segunda economía mundial) por el solo hecho de priorizar un libre comercio que de libre ya tiene muy poco con la Argentina (vigésimo sexta economía mundial).

Esta “atadura” está empezando a ser identificada como un obstáculo al crecimiento. Si bien nadie en Brasil propone abandonar el MERCOSUR, existen voces que ya plantean dar un paso atrás en la unión. Estas propuestas analizan mantener al bloque como una zona de libre comercio, pero ya no más como una unión aduanera, permitiéndole al país negociar con terceras naciones en forma independiente. Dicho de otra forma, no perjudicar las relaciones comerciales con la Argentina pero, en esa sintonía, no impedir el accionar autónomo de Brasil dentro de un mundo cada vez más globalizado e interconectado.

Por supuesto que -como dice el viejo refrán-, del dicho al hecho, hay mucho trecho. Los tiempos en procesos de integración comercial internacional suelen ser extensos, más aún tratándose de una relación tan delicada e importante para ambas partes como los son los lazos entre ambas partes. Asimismo, y debido a la complejidad y diversidad interna de un país de la dimensión de Brasil, una iniciativa de estas características encuentra tanto impulsores como detractores. Aquí residen, fundamentalmente, las razones respecto de que, si bien estas ideas podrían plasmarse en políticas reales en el mediano o largo plazo, su implementación podría ser muy dilatada.

Considerando la prioridad que representa Brasil para la política exterior argentina, es importante mencionar que estos conceptos ya existen dentro del imaginario de influyentes sectores dentro de Brasil. El próximo día 25 de abril, se reunirán en Buenos Aires Cristina Fernández Wilhelm de Kirchner y Dilma Rousseff. La visita de la mandataria vecina puede representar una nueva oportunidad para encausar las relaciones. Teniendo en cuenta la actual rigidez del gobierno argentino, es probable que, de ese encuentro, solo broten declaraciones políticas pero pocas soluciones reales a los conflictos vigentes. De los resultados de la cumbre, podrán extraerse nuevas conclusiones frente al curso de esta importante e histórica relación binacional.


* El autor es Licenciado en Relaciones Internacionales. Publica regularmente en medios de América Latina y España, y sus análisis han sido reproducidos en NTN24 (Colombia) y Telesur (Venezuela).

 

 

Lic. Santiago Pérez | El Ojo Digital Internacionales