POLITICA: MATIAS E. RUIZ

Los funerales del 18A y la pulverización de la República

"A veces pienso que una parodia de democracia puede ser más efectiva que una dictadura abierta, porque la primera le brinda a la gente la oportunidad de no hacer nada al respecto" (Aung San Suu Kyi, antigua líder opositora en Myanmar, hoy Burma)

19 de Abril de 2013

La abundancia del testimonio fotográfico y el registrado en video certifica el carácter masivo observado por el reciente "cacerolazo" del jueves 18 de abril (a la sazón, "18A"), en todo el país.

Amén de que los ciudadanos de cada localidad hicieron valer una serie de reclamos fundamentados en preocupaciones puntuales (seguridad, Twitter, Matías E. Ruizimprevisiblidad y abandono ante catástrofes), el criterio más uniforme puso foco en la corrupción rampante que -está visto y probado- caracteriza a la totalidad del espectro político y dirigencial. Así lo creen, al menos, amplias porciones del espectro de la opinión pública, cuya participación en el 18A se ha visto indudablemente fogoneada por la táctica fallida del Gobierno Nacional tendiente a 'farandulizar' el Caso Lázaro Báez/Familia Kirchner en el ámbito mediático. Hacer de la frugalidad estratégica un axioma se ha convertido en el hábito recurrente de la Casa Rosada, y la prueba son los millones de personas que tomaron las calles el próximo-pasado jueves 18.

Para los mal llamados 'caceroleros' -dado que su constitución ya no comprende necesariamente a estratos sociales uniformes-, será difícil olvidar lo aprendido a lo largo de la última semana, a saber:

- Que el subsistema kirchnerista/cristinista está lejos de solidificar su permanencia desde la mejora del estilo de vida de la ciudadanía; antes bien, su único objetivo es el enriquecimiento a cualquier precio. Prerrogativa para cuyo cumplimiento se exige cimentar una superestructura apoyada en el latrocinio.
- Que los componentes de ese subsistema (en el que se incluye a la Presidente de la Nación Cristina Elisabet Fernández Wilhelm, a su familia, y a su círculo íntimo [Lázaro Báez, Cristóbal López, Rudy Ulloa Igor]) tergiversan premeditadamente la realidad para consolidar un objetivo de concentración económica jamás vista en la historia argentina.
- Que el lavado de dinero es la táctica ineludible en esa concentración y que, a modo de tácito reconocimiento de los propios desperfectos estratégicos (encarnado en la desprolija expoliación de los recursos del Estado), la nomenclatura enquistada en el gobierno federal persigue la cooptación definitiva de la administración de justicia con miras a cosechar impunidad de cara al futuro.
- Que, en resumen -y también de manera implícita-, la propia primera mandataria respalda las presentes conclusiones, haciendo caso omiso del reclamo ciudadano; en este caso, partiendo de viaje al exterior pocas horas antes de iniciadas la protestas y evitando siquiera mencionar su ocurrencia.

Quizás sin notificarse, y a partir de ignorar los acontecimientos, Cristina Kirchner le ha dado la razón a las objetivaciones de la ciudadanía, cuando ésta expresa su parecer respecto de que el Poder Ejecutivo es prescindible, por no encontrarse a la altura de las expectativas. En esta retroalimentación, se arriba a una contradicción tan violenta como inapelable: el oficialismo hace del 54% obtenido en las últimas presidenciales un eslogan de batalla para la militancia, pero termina hiriendo de muerte a esa referencia, siendo que su propuesta actual es pulverizar el sistema republicano desde la implosión programada de la justicia. Porque no existe república ni democracia si las herramientas que les dan forma -independencia de poderes y el valor del sufragio- son neutralizadas. Renunciando a su universalidad, el trabajo de los magistrados, por ejemplo, se destina a beneficiar solo a un pequeño espectro, representado por los funcionarios del Estado (retirados y en funciones).

Peor aún: la crisis del subsistema regente termina arrastrando consigo a la ya de por sí escasa credibilidad del ideograma opositor, que ve incrementadas sus dificultades al momento de tener que convencer al potencial votante para que le obsequie una nueva oportunidad a sus aspirantes. Habiéndose pronunciado en favor de numerosos proyectos oficiales en el Congreso (expropiación de Aerolíneas Argentinas y de YPF, Ley de Medios, etcétera, y que condujeron al sobrecalentamiento financiero de las arcas estatales, derivando en más impuestos para la sociedad), la débil introspección opositora solo funciona a modo de apéndice de los caprichos surgidos de Balcarce 50. La perspectiva de la vereda de enfrente, que motoriza un supuesto hallazgo de coincidencias entre los tiempos actuales y junio de 2009, se desbarranca; precisamente, a raíz de la complicidad devuelta por las votaciones en el parlamento. Los análisis políticos se dan de bruces con la vacuidad y el sinsentido, porque no pueden escaparle a esta intrincada antinomia. Jingles publicitarios del estilo "Ella o Vos" mueren en eso: en una deshilachada expresión de deseos. Y -nuevamente- la certificación puede rastrearse en los millones que tomaron parte en las manifestaciones antigobierno (o, más bien, antipolítica) del jueves 18.

Ya desde el terreno, pueden computarse otras consideraciones -acaso potencialmente graves- sobre lo visto el "18A". Comenzando por el incremento en el tiempo de permanencia de los indignados in situ, mayor que lo observado durante el "13S" o el "8N". La variable de la irritabilidad que, aunque cualitativa, se exhibió bastante disímil de la percepción o sensación de "fiesta" o "encuentro ciudadano" que se viera en eventos previos a éste. Por fortuna o por desgracia -según sea el foco del análisis-, el 18 de abril sirvió de puesta en escena para nuevos elementos, que remiten no solo a la indignación sino a un efecto del tipo "callejón sin salida". Perspectiva corporizada en franjas de manifestantes que dudan acerca de qué camino tomar de aquí en más para contribuir a que las instituciones comiencen a funcionar o que, al menos, amortigüen su declive en materia de eficiencia. Después de todo, los ciudadanos, lejos de autopromocionarse como cultores de cualquier demolición del sistema, demandan acciones rápidas del mismo, a fin de evitar su colapso. Pero pronto habrán de notificarse de que, en vistas de la configuración de la versión autóctona del orden republicano, lo concreto es que éste no se encuentra en condiciones de retornar esas respuestas. Aún cuando los índices de corrupción no fueran tan elevados, la burocracia estatal -Seguridad, Justicia, Servicios- solo funciona como una verdadera "máquina de impedir". Este es el desafío de explicitación insoluble que el sistema (no ya el "modelo") enfrenta en la actualidad. Este espectrograma confluirá en mayores cuotas de decepción, apenas la sociedad perciba que la versión argentina de la democracia no está preparada para dar respuestas a sus justas inquietudes. Para ponerlo en blanco sobre negro: el sistema republicano del país ha comprometido de tal manera su existencia, que sus reacciones solo se traducen en espasmos, encaminándose rápidamente a un proceso de autodestrucción. La gobernabilidad y las instituciones están en jaque, y no encuentran salida al atolladero.

A través de acciones, palabras, discursos y omisión, la Presidente de la Nación ya ha anticipado que no dará el brazo a torcer. Especialmente, cuando trasciende que allegados a su circuito en la Provincia de Santa Cruz le prepararon una "salida honorable" a medida para ahorrarse futuros padecimientos. La respuesta de CFK fue una tajante negativa: irá por todo lo que queda, puesto que -así lo entiende- no le queda otro camino por recorrer.

La próxima semana, la "reforma judicial" propugnada por el oficialismo verá su alumbramiento, y las consecuencias se verán casi inmediatamente en el reducido espectro de la actividad privada del país: a ésta ya no le quedará mayor margen para justificar su permanencia. Los despidos de personal se constituirán en el primer reflejo que blanquee la consabida imposibilidad de seguir confiando en una nación sin instituciones. Alegoría sutil para referirse a un Estado fallido.

La ciudadanía deberá aprender a acostumbrarse a tiempos todavía más aciagos. Solo resta definir quiénes oficiarán de acompañantes en el entierro definitivo de la República.

 

 

Matías E. Ruiz