INTERNACIONALES: LIC. SANTIAGO PEREZ

Malvinas: la soberanía y la profundidad de las fuerzas en pugna

Las implicancias del referéndum para el curso del conflicto. El rol de Naciones Unidas, el derecho internacional y el poder militar dentro de la disputa. Las causas y motivos que llevan a Gran Bretaña a no negociar con la Argentina.

02 de Abril de 2013

El resultado del referéndum por la soberanía en Malvinas se presentaba obvio. Los habitantes de las islas son, en efecto, británicos y no existen incentivos ni razones serias para que expresen deseos de dejar de serlo: los "kelpers" gozan de un excepcional nivel de vida. El PBI per cápita en el archipiélago es de Twitter, Lic. Santiago Pérez55 mil dólares estadounidenses, el séptimo más alto a nivel global. En otras palabras, la sociedad que habita las islas es una de las más ricas del mundo. Quedará bien claro, pues, que los hombres y mujeres que viven en estos alejados territorios no desean cambios en el estatus político que los gobierna.

El referéndum generó un enorme debate en la Argentina. Funcionarios, opositores, periodistas y especialistas se pasearon por radios y programas de televisión, analizando y evaluando la validez de la consulta y las formas en que la misma podría afectar el curso de conflicto. Conceptuaciones tales como los "deseos" o los "intereses" de los isleños fueron citados con reiteración. El gobierno de Cristina Fernández Wilhelm de Kirchner instó -por enésima- vez a Gran Bretaña a negociar, citando (una vez más) la Resolución 2065 de ONU. El derecho a la autodeterminación de los pueblos fue la otra institución convocada al análisis. ¿Son los isleños portadores de dicho derecho? ¿Son las Malvinas una colonia? Esta serie de debate bien puede presentarse como muy interesantes pero, si bien es cierto que recorren distintos aspectos inherentes a legalidad y derecho internacional, lo concreto es que aportan escasos instrumentos para comprender el fondo de la cuestión.

Para comprender el alcance de la profunidad que regula a las fuerzas participantes del conflicto, debe considerarse a los aspectos legales como secundarios. Analizando la situación desde una óptica realista de la política internacional, se arriba a una rápida y central conclusión. Las Islas Malvinas son un elemento clave para las necesidades geoestratégicas de Gran Bretaña y la OTAN. Y este detalle es el único que verdaderamente interesa.

Si el planeta fuera un tablero de ajedrez, los territorios en cuestión serían una pieza de importancia. Las Islas Malvinas, las Islas Georgias y Sandwich del Sur -sumadas a los archipiélagos de Santa Helena, Tristán da Cunha y Ascensión, dan forman a un cinturón insular que cobra forma desde el sur de la Argentina hasta casi alcanzar las costas africanas. De tal suerte que el archipiélago se transforma en una inmejorable plataforma para monitorear el Atlántico Sur y el estratégico Cabo de Hornos. Vale la pena recordar que, si acaso algún evento de importancia tuviese lugar en el Canal de Panamá, por ejemplo, el único camino para movilizarse desde el Océano Atlántico al Pacífico y viceversa sería a través de aquella vía. Así las cosas, contar con presencia efectiva y permanente en la región es fundamental para las potencias de la OTAN, que se proponen garantizar el correcto funcionamiento de una ruta marítima potencialmente muy importante para la estabilidad del comercio internacional.

Con respecto a los recursos naturales, el valor de las islas es igualmente superlativo. No solo por las riquezas petroleras e ictícolas que las rodean, sino también por la importancia de la proyección británica sobre el territorio antártico. Si bien, en la actualidad los reclamos de soberanía sobre el continente blanco están "congelados" por la vigencia de Tratado Antártico de 1961, en el futuro, el escenario podría verse modificado. Contar con un argumento que permita disputar los inmensos recursos que allí descansan se esgrime en lo suficientemente sólido como a la hora de defender la posesión británica de las islas.

Se trata, en rigor, de una suma de activos estratégicos, los cuales Gran Bretaña no está dispuesta a negociar con la Argentina. En otro orden, solo han transcurrido 31 años desde la guerra que sotuvieron ambas naciones y, en este contexto, los 255 soldados británicos que perdieron la vida allí también observan un rol de interés. Al considerarse el escenario desde el punto de vista inglés, abrir negociaciones con Buenos Aires representaría una falta de respeto para los caídos en combate, y un retroceso en la posición política internacional de Londres, algo que una potencia con un pasado imperial semejante difícilmente aceptaría jamás.

Los resultados compartidos por la Asamblea General de Naciones Unidas, el Comité de Descolonización, el propio gobierno argentino, el Movimiento de Países No Alineados, UNASUR, Mercosur o los isleños no representan mayor importancia. En las actuales circunstancias, Londres no negociará con la Argentina, simplemente ello conspiraría contra sus intereses. Histórica y tradicionalmente, las potencias no actúan en contra de sus objetivos de largo plazo; solo retroceden cuando se ven forzadas a hacerlo.

Finalmente, la historia de las relaciones internacionales nos ha demostrado que, si acaso existe un principio ordenador en los contactos y el intercambio entre las naciones, eso es el equilibrio de poder. Gran Bretaña se encuentra en crisis, y ello es innegable. El poder británico no es el que supo ser hace solo algunas décadas atrás. Pero la debilidad observada en una de las partes no necesariamente implica que el equilibrio se haya modificado. La Argentina es, en este momento, una nación evidentemente desarmada, y carente de la capacidad mínima necesaria como para hacer valer sus intereses más allá de sus fronteras. Considerando las características de las islas -y sumándose ello a la experiencia de la guerra de 1982-, resulta obvio que contar con algún tipo de poder naval y aéreo es indispensable para poder al menos poder "persuadir" a Gran Bretaña. No se trata simplemente de contar con armamento para evaluar futuros combates; la meta es contabilizar el equipo suficiente como para intentar alterar (al menos parcialmente) el equilibrio de poder vigente.

La Fuerza Aérea Argentina se encuentra desmantelada en su totalidad, los aviones suelen precipitarse a tierra en entrenamientos, derribados solamente por el invisible enemigo de la desinversión y el paso de los años. El destructor Santísima Trinidad -buque insignia, que tuviera su bautismo de fuego en Malvinas- se hundió sin ayuda externa en las costas de la Provincia de Buenos Aires, graficando en forma inmejorable el estado actual del poderío naval nacional. Si bien los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner llegaron al poder con un discurso de carácter nacionalista y reivindicatorio de los derechos argentinos, en los hechos, la capacidad militar del país no es muy distinta a la que existía el 25 de Mayo de 2003. La operación de la OTAN sobre Libia, la reciente intervención francesa en Mali y los ataques estratégicos de los aviones no tripulados o 'drones' estadounidenses en el Medio Oriente muestran la relevancia del poder aéreo en cualquier conflicto moderno. No en vano, la vecina República de Chile ha decidido contar con cazas F-16, ni que Venezuela haya incorporado recientemente los modernos Sukhoi SU-30 (Flanker, en la denominación OTAN). Los ejemplos de naciones con gobiernos de color político antagónico muestran cabalmente que la defensa aérea no entiende mucho de ideologías. Lo más moderno de la Fuerza Aérea Argentina son los cazabombarderos repotenciados Lockheed Martin A-4AR Fightinghawk, adquiridos durante la Administración Menem. Amén de su antigüedad, éstos se han visto notablemente reducidos en su cantidad, habida cuenta de los sucesivos accidentes y la no reposición de nuevas unidades.

Resulta ingenuo -por momentos, infantil- considerar que Gran Bretaña se sentará a negociar con la República Argentina, simplemente porque el derecho internacional así lo dispone. La regionalización del conflicto, el apoyo de las naciones sudamericanas y el "bloqueo" a buques con bandera de las islas pueden constituír un factor de presión válido aunque, en los hechos, se presenta extremadamente débil.

Londres, al igual que todas las potencias, solo entiende la lógica del poder. De eso, en este momento, Buenos Aires tiene muy poco.

Lic. Santiago Pérez | El Ojo Digital Internacionales