POLITICA: MATIAS E. RUIZ

El doble estándar: CFK, al servicio de Su Majestad

La Presidente y los vicios inocultables de un discurso tan monocorde como ambivalente. Diatribas antibritánicas 'pour la gallerie', diseñadas para la captación de incautos. La firma Chapman Freeborn y el puente aéreo a Malvinas.

09 de Enero de 2013

En los albores de la fase de desintegración del subsistema gobernante, a nadie debería sorprender que los reputados intelectuales del ecumenismo cristinista recurran a la instalación de prácticamente cualquier distracción para que la ciudadanía mire hacia otro lado, menos donde debe. Trátese de videos íntimos, acusaciones sobre qué funcionario ahorra en moneda norteamericana o del desafortunado Twitter, Matías E. Ruizderrotero de la Fragata ARA Libertad, todo sirve. No se trata ya de soslayar las estadísticas relativas a inflación, seguridad y caída de la actividad económica, ni de arengar a la toma de la Justicia manu militari (como lo exige el extemporáneo librillo de Hebe Pastor de Bonafini). El principal motivador del esquema en control del Estado Nacional ha pasado a ser el blanqueo oportunamente pergeñado por José Pablo Feinmann -fiel embajador del Modelo-, para quien el reclamo democrático es "una herramienta de la derecha". A la larga, la filosofía operativa de la Casa Rosada termina nutriendo a la delincuencia para que ésta continúe torturando a las clases medias que le huyen al oficialismo a la hora del voto. Se promueve el saqueo de comercios como medida preventiva y punitiva, para notificar a los potenciales disidentes políticos sobre quién es el que manda. Después de todo, la jefe de estado no faltaba a la verdad cuando aconsejaba tenerle "un poquito de miedo" a ella también.

Pero quizás sea el reciclado empeño en prodigar blasfemias contra el imperio británico la variable que más perturba a muchos, acaso porque Cristina Elisabet Fernández Wilhelm -ante cada oportunidad en que lo juzga necesario- juguetea con el principio militante de mantener bien abiertas las viejas heridas derivadas del doloroso conflicto de Malvinas. Panorama en donde siempre se revalúa la creatividad declamatoria de legisladores aparentemente "opositores". Esos mismos que intiman a David Cameron a terminar con las "provocaciones" cuando, en rigor, el premier del Reino Unido expresa el legítimo derecho a la autodefensa, potestad ineludible de cualquier estado que se percibe bajo amenaza.

Por desgracia para la Presidente de la Nación, ha sido el carácter oligofrénico de su red de consultores el factor que la asistió para desnudar -cada día, un poco más- los desfases propagandísticos del modelo "nacional y popular". Como consecuencia de la serie de solicitadas cuya publicación el gobierno argentino encargó en diarios británicos, se disparó un operativo basado en contramedidas mediáticas que lograron exponer el desprolijo alquiler (por parte de la Secretaría General de la Presidencia) de una aeronave privada para trasladar a CFK en su próxima gira por naciones de Asia. Como es de público conocimiento, el tabloide The Sun reveló que, desde Balcarce 50, se contrató un Bombardier Global Express a la firma de capitales ingleses Chapman Freeborn (http://www.chapman-freeborn.com/). El monto de la operación bordeó las 600 mil libras esterlinas -un aproximado de US$800 mil-, dio pie a ruidosas carcajadas en la prensa internacional y se convirtió en la picante comidilla de quienes celebran las torpezas de una mandataria imposibilitada de movilizarse en aeronaves de la órbita estatal por temor a potenciales embargos. En acuerdo con la opinión de observadores internacionales, el kirchnerismo personifica a un individuo con sus capacidades mentales alteradas que, con la mirada perdida y su mentón lleno de baba, insiste en jugar al póker contra un tahúr entrenado durante generaciones en contar las cartas del mazo.

Asimismo, vuelve a destacarse el marco de trabajo "a reglamento" que observan los servicios de inteligencia nacionales. En el inicio de las Fiestas, estos obviaron anticipar los asaltos violentos contra supermercados que finalmente se produjeron y, ahora, le escatimaron información a la Señora Viuda respecto de los antecedentes de la compañía Chapman Freeborn. La referida organización cuenta con oficinas en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires desde el pasado noviembre, al tiempo que es líder global en el servicio de charters y transporte de carga -datos bien conocidos. Pero ha pasado desapercibido para muchos que la empresa de brokerage participa de un joint-venture con su similar Titan Airways -también de capitales británicos- en la manutención de un puente aéreo entre la base de la RAF Brize Norton, Isla Ascensión y Mount Pleasant (Malvinas). Este servicio es ofrecido ida y vuelta, con frecuencia semanal doble, y empleando un Boeing 767 especialmente modificado. En otro orden -y tratándose ya de geografías y escenarios más complejos-, Chapman Freeborn también presta servicios a las fuerzas armadas de los Estados Unidos de América, trasladando equipos y material a naciones tales como Afganistán e Irak. Negocios complementarios ahora de moda, que juegan un rol importante en la espinosa trama relativa a compañías militares privadas que se desempeñan en zonas de inenarrable conflictividad.

Pero el nacionalismo de servilleta del que hace gala la Señora Presidente acusa no solo falencias informativas de significativo peso específico, sino que suele verse aumentado por expresiones carentes de la coherencia más elemental. A este respecto, baste recordar que -en no menos de dos oportunidades- Cristina Kirchner alzó la voz para calificar el ataque contra el Crucero ARA General Belgrano en 1982 como "crimen de guerra" y, sin embargo, jamás se supo de presentaciones llevadas a cabo por el gobierno argentino ante tribunales internacionales, como ser la Corte Penal Internacional (ICC), con sede en La Haya. Apacible localidad holandesa en donde supo prestar funciones la magistrada de la Corte Suprema de Justicia, Carmen María Argibay, otrora predilecta del desaparecido Néstor Carlos Kirchner. La cita previa del Alto Tribunal no debería tomarse como caprichosa, por cuanto la violación de los derechos humanos exhibe carácter de imprescriptible, y la intervención de la Corte en el Caso Arancibia Clavel, por citar un ejemplo, así lo ha certificado. Pero esa imprescriptibilidad también aplica a los crímenes de guerra, y sobran capítulos similares en materia de jurisdicción internacional para ilustrarlo. La cuestión derechohumanista remite a la intervención de juzgados de terceros países en casos tales como el procesamiento de Augusto Pinochet en España, la investigación por violaciones de derechos humanos acometidos por el grupo/secta Falun Gong fuera de la República Popular China (sobre la base de reportes elaborados por Naciones Unidas, Human Rights Watch y Amnistía Internacional), etcétera.

La endeblez del speech nacionalista de Cristina Fernández Wilhelm termina por aproximarse a la tautología, cuando se rememora la contratación del businessman británico Stephen Chandler como consultor/implementador de la tarjeta SUBE. O cuando se vuelven a traer a la memoria los buenos oficios de Ernesto Laclau. Arquitecto primigenio de un ideario que poco tiene para envidiarle a Joseph Goebbels y que se sustenta en la sobreexplotación y el sobrecalentamiento de la atmósfera de división que impera actualmente en la sociedad argentina. Siempre para beneficio de la Jefa, y -como es menester recordar- desde la comodidad del pasaporte y la residencia británicos.

Este compendio de pasmosa discrecionalidad para la incoherencia remata, al cierre, con el tardío redescubrimiento nacionalista que acompaña a la Fragata ARA Libertad. Nave insignia que aguarda el permiso presidencial para asistir a la celebración definitiva del desvarío.

 

Matías E. Ruiz, Editor