SOCIEDAD: JOSE BRECHNER

8N, El día después del cacerolazo

El 8 de noviembre -8N- será la gloriosa fecha en que la mitad de los argentinos saldrán a protestar contra el gobierno de Cristina Kirchner. El 9 de Noviembre todo seguirá igual, como si nada hubiese pasado.

26 de Octubre de 2012

El 8 de noviembre -8N- será la gloriosa fecha en que la mitad de los argentinos saldrán a protestar contra el gobierno de Cristina Kirchner. El 9 de Noviembre todo seguirá igual, como si nada hubiese pasado.

Los gobiernos populistas no le temen a las cacerolas ni a las marchas, ni a los cánticos de la muchedumbre. Los demócratas sí son sensibles a esas demostraciones.

Si los argentinos creen que alguna remota cosa va a cambiar en sus vidas después del alboroto, están equivocados. Para hacer desviar el rumbo a un gobierno marxista autoritario, no basta el barullo.

Revolución FrancesaLa situación argentina es tan patética que lo máximo que puede suceder “el día después”, es que el dólar se dispare varios puntos, caiga el Merval y se reduzca aún más el estándar de vida de la gente.

La clase media es la clase neutra. Está formada por pequeños burgueses inoperantes que se las dan de izquierdistas y están acostumbrados a vivir del estado benefactor.

Para que haya un cambio, se necesita de una revolución cultural opuesta al populismo y a todo lo que pregonaron sus políticos en los últimos cien años, incluídos los radicales, que son izquierdistas confundidos.

Se precisa de un vuelco hacia el capitalismo; a la no interferencia del Estado en los negocios de la gente; a la eliminación de los subsidios; al achicamiento del aparato gubernamental; a la privatización de las empresas; a la libertad económica irrestricta; a la disminución, y en lo posible, a la anulación de los aranceles de importación; a la libre exportación; al libre cambio; a la reducción y deducción de los impuestos y a la eliminación de la mayoría de ellos. En fin, a todo aquello que no es la Argentina, sino los países prósperos y avanzados.

¿Podría darse un hecho tan trascendental? Parafraseando a Perón, habría que repetir uno de los pocos aforismos inteligentes que pronunció, las otras fueron vivezas ocurrentes. El General dijo: “La política es el arte de lo posible”.

Bajo ese lema, todo puede suceder. Basta con ver quiénes gobiernan y quiénes están en la cárcel. Los Montoneros secuestraban y asesinaban y los militares secuestraban y asesinaban.

Ninguno de los dos equipos son democráticos, ambos son estatistas, están convencidos de que sus compatriotas son fáciles de manipular --la historia lo ratifica-- y opinan que un gobierno despótico es lo que se merecen.

No hay pueblo más estereotipado que el argentino. Escuchas a uno, escuchaste a 40 millones. Salirse de la media es usar sombrero. Con esa mentalidad no es de extrañar que el caudillismo se imponga. El rebaño necesita que se lo guíe.

El drama de hoy es que no tienen caudillo. Mauricio Macri, que está en alza, no es caudillo ni sabe de política. Tal como de los demás potenciales candidatos a la Presidencia, sus ideas son incoherentes mescolanzas de pensamientos de izquierda y derecha, sin sentido. La decadencia política-cultural argentina ha llegado a su nivel más bajo.

¿Alguien piensa que el 8/11 Cristina se va a inmutar por el ruido? Es probable que se refugie en su casa de El Calafate hasta que pase el disturbio; dos días después, cuando se diluya el efecto de los calmantes que tomó para amortiguar su hipointeligencia, se mandará algún discurso muy de ella, estúpidamente imbécil --para todos y todas-- y continuará gobernando hasta que ahorque al pueblo totalmente. Mientras menos tienen los argentinos, más acumulan ella y su claque.

En vez de cacerolazo, debería darse una especie de revolución francesa: la toma de la Casa Rosada, el Congreso y la Residencia de Olivos. Pero, recordemos: la clase media no es revolucionaria… no todavía. Es izquierdista y peronista como su gobierno, al cual lo eligió libremente. Para salvarse tiene que cometer un harakiri ideológico; matar al peronista que lleva en sus entrañas y, eso es prácticamente imposible porque el harakiri es un suicidio de honor y no existe el peronista honorable.

 

* El autor es analista político y de temas internacionales. Nacido en Bolivia, es ex diputado y ex embajador
 

José Brechner