INTERNACIONALES: OTTO REICH

¿Qué pasó en Venezuela?

Artículo publicado en el National Review Online, New York.

12 de Octubre de 2012

Muchos observadores se han preguntado si acaso la elección del último domingo en Venezuela -que retornó al autoproclamado 'socialista' Hugo Chávez al poder- fueron libres y justas. En tanto que a los venezolanos no se les impidió el acceso a las urnas y que sus votos fueron, aparentemente, contabilizados, la carrera parece haber sido libre.

Pero, si las reglas que regularon el proceso electoral no solo favorecieron a uno de los candidatos, sino que también se hallaban en control de uno de ese mismo candidato, ¿puede concluírse que el proceso fue justo? Nada de eso.

Hugo Chávez FríasAlgunos se han preguntado si ha existido fraude en la elección. La respuesta inicial debería ser: "¿En qué aspecto del comicio?". Las reglas de la campaña, el diseño de las papeletas, el conteo, la verificación e incluso la decisión de a quién le sería permitido ser candidato fueron variables definidas por la Comisión Nacional Electoral (CNE), cuyos miembros son de mayoría chavista. Estas reglas se hallaban amañadas desde mucho antes del día de la elección.

Durante los pasados cartorce años, Hugo Chávez ha venido controlando cada aspecto del gobierno nacional en Venezuela y ha tomado cada decisión importante de forma unilateral. Las cortes no lo desafían porque él es quien nombra a todos los magistrados del país. La legislatura no lo cuestiona, porque su partido tiene mayoría. El administra el poder ejecutivo sin enfrentarse al menor disenso, porque cualquier palabra de desaprobación podría costarle su trabajo a quien la realice.

Chávez designa a los jefes militares y de la policía, cuerpos que ejecutan sus deseos sin hacer preguntas mediante el ataque contra oponentes políticos, en tanto que son inútiles como elemento de disuasión frente a la criminalidad -Venezuela tiene el cuarto índice de violencia más alto en todo el mundo. Chávez emplea el presupuesto nacional como su caja chica para apoyar su agenda política, y allí no existen cheques ni balances que puedan restringir su margen de acción, tal como sucedería en una democracia que funcione.

El se apropia de enormes porciones de las utilidades petroleras de la nación -estimadas en miles de millones de dólares- para ser utilizadas para sus actividades políticas, para apoyar a sus aliados en países extranjeros, para remitir obsequios multimillonarios a sus socios ideológicos y comerciales dentro de Venezuela, y para influenciar el resultado de las elecciones en la Argentina y en otros sitios.

Chávez ha despilfarrado otros muchos recursos nacionales para darse empuje en esta elección. Ha utilizado el aparato de transporte oficial, por ejemplo, para llevar a miles de empleados estatales a sus marchas, en horario de trabajo. Desde esta posición de administrador del presupuesto de facto, ha prometido a tres millones de votantes que les proporcionaría una nueva vivienda. Todo lo que tenían que hacer, prometió Chávez, era solicitarla. ¿Existe alguna duda respecto de quién ganaría el voto de estos desesperados suplicantes? ¿Ganaría el aspirante que regalaría casas, o resultaría ganador aquel que les recordase que Chávez no ha construído prácticamente ninguna en catorce años?

Chávez también controla los medios en Venezuela. El ha puesto en prisión, ha censurado e intimidado a periodistas y clausurado oficinas de prensa a voluntad. Como jefe de estado, Chávez hace uso frecuente de su discrecionalidad para llamar a cadena nacional. Esta medida involucra la aparición de la imagen del presidente en todos los canales de transmisión; todas las radios y estaciones de televisión deben transmitir esas apariciones presidenciales, tantas veces como él quiera y por todo el tiempo que se proponga hablar. Chávez ha abusado tanto de este privilegio -originalmente pensado para que el primer mandatario se dirija al país en casos de emergencia nacional- que ha promediado más de cincuenta minutos de aire por cada minuto utilizado por el candidato opositor Henrique Capriles en los medios.

A pesar del terreno de juego desigual, la campaña de Capriles fue un canto al coraje y la disponibilidad de recursos del pueblo venezolano, algunos de los cuales perdieron la vida a manos de los matones de Chávez, mientras intentaban rescatar a Venezuela de otros seis años de decadencia socialista. Incluso en estas circunstancias -munidas de flagrante desventaja-, Capriles cosechó el 45% de los votos. Imagínense lo que la oposición hubiese logrado en un combate justo.

Lo que enfrentamos ahora en los países de la alianza entre los Castro y Chávez -que adhieren al declamado 'Socialismo del Siglo XXI'- es una colección de hombres fuertes de corte autoritario que han hallado un método para minar las instituciones de la democracia, con el objetivo de permanecer en el poder indefinidamente y desarrollar sociedades totalitarias bajo el molde de su ídolo, Fidel Castro.

Hugo Chávez en Venezuela, Evo Morales en Bolivia, Rafael Correa en Ecuador y Daniel Ortega en Nicaragua -todos ellos, parte de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América, o ALBA- han expresado que pretenden mandar "durante todo el tiempo que la gente lo quiera". Pero ni siquiera son originales. Otros deleznables déspotas del siglo XX se han pronunciado del mismo modo.

Ha sido el remanente de aquel siglo sangriento, la Cuba castrista -con los Castro ya en el año número 54 de su mandato totalitario- la que les ha mostrado el camino. Adaptando el modelo fascista al mundo actual a través de la propaganda, la mentira y, finalmente, ese instrumento tan definitivo para los dictadores: el miedo. Ganar elecciones en medio de esas circunstancias no convierte a un gobernante en un presidente elegido por medios democráticos.


* El autor fue Embajador en Venezuela durante la última Administración de Ronald Reagan en EE.UU., asistente del Secretario de Estado, y miembro senior del Consejo Nacional de Seguridad durante la Administración de George W. Bush.

Traducción al español: Matías E. Ruiz

 

Otto Reich | National Review, link original [en idioma inglés]