POLITICA: MATIAS E. RUIZ

7 de diciembre: cuando las últimas luces de la República se extingan

El cristinismo y su ideologismo psicoterrorista se enfrentan a la clausura de su ciclo de vida, debido a un sinnúmero de razones. No obstante ello, exhibe pocos escollos en el camino hacia su objetivo primario: la demolición no ya del Grupo Clarín, sino de los mendrugos remanentes de la libertad de expresión...

11 de Octubre de 2012

El cristinismo y su ideologismo psicoterrorista se enfrentan a la clausura de su ciclo de vida, debido a un sinnúmero de razones. No obstante ello, exhibe pocos escollos en el camino hacia su objetivo primario: la demolición no ya del Grupo Clarín, sino de los mendrugos remanentes de la libertad de expresión. Aproximación teórico-práctica a una conflagración que tiene como ejes protagónicos al Gobierno Nacional, el periodismo corporativo, los medios underground y la opinión pública.

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A menos de sesenta días de la puesta en marcha del plan para pulverizar al multimedio regenteado por el tándem Noble-Magnetto, debe reconocérsele al subsistema cristinista -muy a pesar de su irrefrenable cadena de desperfectos- una habilidad innata en el empleo de la distracción. Es que, aún a sabiendas de que la formulación estratégica de su avanzada ideológica acusa groseras falencias, su elenco ha destacado en la sobreexplotación de la Twitter, Matías E. Ruizvariable más fundamental del abanico. Y esta no remite sino a las debilidades inherentes a una dirigencia tan vapuleada como contaminada que, claramente, jamás ha estado a la altura moral de las circunstancias para constituírse en una oposición mínimamente creíble. Desde su surgimiento en 2003, el kirchnerismo infiltró para después sacar provecho de esa intoxicación. Legisladores y dirigentes de la vereda de enfrente a Balcarce 50 no reaccionan porque se saben víctimas del 'archivo' o el 'carpetazo'. Azuzados desde el calificativo de 'opos', se llaman a silencio, y han quedado fuera de la ecuación.

A la nomenclatura del poder central solo le restaba diluir la incómoda efervescencia del espectro mediático, cuyo único acierto en pro del rescate de las instituciones consistió siempre en develar actos de corruptela e impunidad. Lejos del periodismo de opinión -que solo sirve para obsequiarle unos pocos minutos de fama a personajes mediáticos sin currículum-, su versión investigativa supo contribuír al descubrimiento de mascaradas que ocultaban episodios tales como el Caso Ciccone y los derrapes administrativos en el seno de la Casa de Moneda, el desfase discrecional de los subsidios, el Affaire Antonini Wilson, las siniestras relaciones comerciales con la República Bolivariana de Venezuela, las eternas dudas sobre el destino de los fondos evaporados de Santa Cruz, y otros muchos.

El trabajo de hormiga a través del cual el oficialismo hizo implosionar la imagen de Clarín fue brillante, por cuanto supo enlodar al grupo empresario desde la amenaza permanente de la publicidad de archivos del pasado remoto y otro bastante más cercano. Olvidando, por cierto, que la aparición del kirchnerismo en escena se debió, en mucho, a la opinión favorable que el 'Gran Diario Argentino' le brindare oportunamente. A la postre, Clarín no sucumbe tanto por el ataque per se ejecutado desde la Casa Rosada sino, antes bien, por el recuerdo permanente de los modos desprolijos con que sus CEOs administraron el goteo de sus titulares. Subsiste -también aquí- la imposibilidad del contragolpe porque, en esa relación, La risa de CFKdemasiado ha tenido que ver el alquiler temporario de columnas por la vía del reclutamiento forjado a base de fondos reservados de la Secretaría de Inteligencia. El periódico y la señal TN (Todo Noticias) contraatacan, pero lo hacen intentando vulnerar flancos bien predeterminados de los agentes estatales y paraestatales. Lo hacen bajo el empleo de una mecánica dotada de una violencia inusitada y, por momentos, atropellada. El público independiente así lo comprende, y evita tomar partido por cualesquiera de las partes en pugna. La 'gente' no reclama ya por Clarín, sino por la consabida pérdida de las libertades individuales.

De todos modos, se vuelve aquí necesaria una recordatoria sobre los preceptos fundacionales de la libre expresión -garantizados en la Carta Magna-: Clarín puede arrogarse todo el derecho de continuar existiendo en su forma actual, en virtud de que su constitución societaria no ha sido montada desde la ilegalidad. Garantía que también es aplicable a Página 12, Tiempo Argentino y a estructuras comunicacionales paraoficialistas de financiamiento mixto. En el plano libremercadista que hace al irrebatible rigorismo de la oferta y la demanda, sin embargo, los consumidores optan por Clarín y La Nación antes que por publicaciones allegadas al aparato estatal. Es el público el que elige, y la conceptuación dogmática que persiga manipular este marco para propio provecho siempre conllevará consecuencias negativas para sus promotores.

En el pináculo de la conflagración de la que toman parte Ernestina Herrera de Noble y Balcarce 50, mientras tanto, el consumo de titulares originados en los medios independientes de corte underground se dispara exponencialmente. Acaso como una necesidad de contrapesar los intereses en juego de los players de mayor peso en la flamígera contienda. De tal suerte que, en función de la operatividad de los algoritmos que regulan el ciberespacio, el Internet y las redes sociales, noticias publicadas de medios como Jorge Asís Digital, Tribuna de Periodistas o El Ojo Digital se posicionan perfectamente en el mismo plano que los promocionados desde los portales web de La Nación o del propio Clarín. Potenciados por la interrelación con otros espacios de la Red, y enriquecidos por la multiplicación y la viralidad. La World Wide Web y la interoperatividad exhibida por sus nodos se convierten, finalmente, en otro foco ignífugo de amenaza para la agenda de control gubernamental, que ha tomado nota de ello apenas horas después de acontecido el fenómeno del 13S. Esa atención, dicho sea de paso, también se ve motorizada por los ejemplos compartidos mundialmente por la Primavera Arabe y los Indignados españoles. Puesto que la potencialidad demostrada por las redes para debilitar o herir de muerte a administraciones inundadas por la impopularidad contabiliza, ahora, numerosos ejemplos en todo el globo.

A raíz de lo expuesto líneas arriba, la Presidente Cristina Elisabet Fernández Wilhelm [de Kirchner], Martín Sabbatella y sus condiscípulos no solo se han propuesto particionar al Grupo Clarín y poner punto final a su influencia, sino que -puertas adentro- el objetivo definitivo del 7 de diciembre (para ellos, 7D) va bastante más allá: consolidar un control absoluto de los contenidos publicados en el Internet y sus redes sociales. Esta maniobra no será ejecutada -como pregonan algunos- empleando artilugios o tecnicismos legales, por cuanto el subsistema cristinista exhibe un declarado desprecio por el estado de derecho. Poco después del 7D, medios como el que Usted está leyendo ahora y otros citados anteriormente, desaparecerán de la geografía cibernética. Técnicamente, la ejecución de este programa no solo es plausible, sino que también es posible. Se ha hecho en naciones como Nigeria o la Federación Rusa. En la actualidad, esta metodología es utilizada en la República Popular China y los más altos funcionarios del Partido Comunista en Pekín necesitan imperiosamente de ella, a los efectos de mantener intacta la cohesión de un sistema que, de otro modo, se derrumbaría. Muchos no prestaron atención a las palabras recientes de la Presidente de la Nación: "El 7 de diciembre se terminan las malas noticias". CFK no se refería solo a Clarín.

La variable de la supervivencia resulta ser un componente inamovible del manual de procedimientos oficialista. Los cerebros del aparato estatal de propaganda -Carlos Zannini, Ernesto Laclau, Horacio Verbitsky, Fernando Braga Menéndez - son individuos de competencia y una expertise remarcables, pero se encuentran en franco conocimiento de que la implementación operativa de sus dogmas fracasa debido a la incapacidad explícita de su elemento raso. Este acusa una información holgadamente binaria en lo que respecta a Historia, Sociología, Filosofía, Psicología Profunda y otras ciencias blandas, al tiempo que solo saben echar mano del ataque personal corporizado en una argumentación ad hominem de bajísima estofa, la insoportable redundancia de la prosa militante, la relativización neocartesiana de toda afirmación y, por último, un esfuerzo de amplio espectro y voltaje en la redistribución del factor miedo. El sobrecalentamiento camporista de las estructuras estatales, carente de una conducción eficiente, solo reposa en la provisión del subsidio o del salario elevados. Al final del partido, el resultado es la infiltración por la infiltración misma o, en un lenguaje más arcano, podría describirse como un edificio cimentado en arenas movedizas.

El cristinismo -conforme nos hemos explayado en anteriores trabajos- solo sabe de "ir por todo" pues no le queda otro camino. Y, aún considerando los desbarajustes que le son propios, es lícito refrendar que no tiene grandes obstáculos en su camino hacia el 7D. Es poco probable que las manifestaciones masivas programadas por la ciudadanía para el 8 de noviembre (8N) lo desvíen de su meta.

El 7 de diciembre, no solo el Grupo Clarín -junto con sus espacios y muchos de sus periodistas- desaparecerá como lo conocemos. También se extinguirán las últimas luces de la República. Puesto que ya no existirá manera de echar luz sobre los más elementales actos de latrocinio.


Matías E. Ruiz, Editor
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