POLITICA: MARIANO ROVATTI

La verdadera dimensión política del 13S

Según informó la Policía Federal Argentina, cerca de 250.000 personas ayer se manifestaron en distintos puntos del Area Metropolitana de Buenos Aires, contra la política del gobierno nacional. Los centros más importantes de la protesta fueron la Plaza de Mayo, y frente a la quinta presidencial de Olivos.

15 de Septiembre de 2012

Según informó la Policía Federal Argentina, cerca de 250.000 personas ayer se manifestaron en distintos puntos del Area Metropolitana de Buenos Aires, contra la política del gobierno nacional. Los centros más importantes de la protesta fueron la Plaza de Mayo, y frente a la quinta presidencial de Olivos.

Los motivos de la queja fueron varios: el intento de reforma constitucional para permitir la reelección presidencial, la corrupción, la desgraciada expresión de Cristina Fernández de días atrás (“téngale miedo a Dios y un poquito a mí…”), la inseguridad, la constante confrontación con Macri, Moyano, Scioli, De La Sota, Cariglino y Clarín, entre otros, el abuso de la cadena nacional de radio y televisión, las últimas medidas financieras y cambiarias, etc. etc.

Cacerolazo contra la Presidente Cristina Fernández WilhelmLas redes sociales como Facebook y Twitter y las cadenas de correos electrónicos fueron los canales de convocatoria salidos de la misma ciudadanía, o de miembros de partidos políticos de la oposición actuando a título individual.

El hecho fue importante y auspicioso, pero ¿cuál es su trascendencia real? Sería tan incorrecto subestimarlo como sobrevalorarlo.

Uno de los datos importantes es que el tono general de la manifestación fue no sólo contrario al gobierno, sino a la clase política en general. Hacer política haciendo anti-política fue un gran error del movimiento de diciembre 2001/enero 2002. “Que se vayan todos” fue un grito que invitaba a un viaje a la nada, que terminó jubilando a no más de una docena de políticos y generando un proceso que culminó con la llegada del kirchnerismo al poder en abril de 2003.

El movimiento intenta emular al de los “indignados” españoles, reproduciendo sus carencias. Una protesta sin liderazgo está condenada a diluirse y perderse en la decepción de la falta de decisiones y resultados.

Luego del 2001/2, durante el régimen kirchnerista hubo otras manifestaciones populares: la que convocó Juan Carlos Blumberg y le rebelión del campo. La primera culminó en una serie de reformas legislativas que no modificaron el panorama de inseguridad. La segunda sí fue exitosa, ya que hizo morir la resolución 125 en el Senado.

A Blumberg le quedó grande el desafío, y cuando pasó a la política lo hizo a destiempo, tras una mentira tonta que le hizo perder credibilidad. En el caso del campo, la cosa fue distinta, con participación institucional: actuaron las cuatro entidades rurales unidas, junto a la UATRE, y el grupo Clarín que en ese momento se pasó a la oposición.

El actual movimiento de indignados argentinos comenzó un par de meses atrás juntando un puñado de manifestantes en frías noches en la Plaza de Mayo y otros sitios. Ayer, el número de participantes creció geométricamente por las razones mencionadas al principio.

El hecho pone en evidencia un proceso que hace meses es verificable: la pérdida sostenida de adherentes del kirchnerismo entre los sectores independientes. Del acto y de la convocatoria participó un gran número de ciudadanos cuyo pensamiento es afín a la ideología gobernante, e incluso votó a Cristina Fernández, pero ya no la acompaña en el actual escenario.

El éxito de la convocatoria –que superó las previsiones más optimistas- refleja la relativa importancia que en estos casos tienen los medios masivos de comunicación, poniendo en tela de juicio las batallas generadas tras la ley de medios. El llamado se hizo por internet, prescindiendo de los diarios, la radio y la televisión, quienes en su mayoría ignoraron el hecho antes y durante su concreción.

Muy pocos medios reflejaron en vivo lo que pasaba en los puntos de encuentro. La red de medios oficialistas lo pasaron por alto, hasta que su contundencia obligo a tenerlo en cuenta.

Luego, otra vez pudo verse la intolerancia habitual de los fanáticos del kirchnerismo, tanto en los medios como en las redes, quienes pasaron por variados estados de ánimo: negación (“No hay nadie”), rencor (“es la clase media alta que protesta por el cepo al dólar”) y paranoia (“son golpistas que quieren derrocar a Cristina”).

Algún funcionario se quejó de que la protesta fuera un día después del anuncio presidencial sobre aumento de la Asignación Universal por Hijo, y Asignaciones familiares, como si se tratase de medidas “populares”. Se usó la cadena nacional para decirle a los trabajadores en blanco que recibirán menos asignaciones, advirtiéndoles de paso que ahora “el sistema cruza todos los datos”, y a los que no tienen trabajo formal, se les reconoció  que la inflación anual es del 25% …La AUH es una medida necesaria, pero después de nueve años de gobierno su existencia es la admisión de un gran fracaso: el sistema productivo argentino no es capaz de generar todos los puestos de trabajo necesarios para alcanzar el pleno empleo y condiciones de vida dignas para todos los argentinos. Pero ése es otro tema.

El próximo 1° de octubre habrá otra convocatoria. Ya nos imaginamos lo que hará el gobierno. ¿Qué hará la dirigencia opositora? ¿mirará boquiabierta como siempre? ¿surgirán nuevos dirigentes desde adentro de este movimiento? ¿O éste será pura catarsis que pronto se diluirá?

La queja es necesaria y justa, pero si no incorpora líderes y propuestas, será sólo eso: una queja. Para que ello no ocurra es necesario que una masa de ciudadanos habitualmente indolentes y escépticos, se incorpore de lleno al compromiso militante, con la misma pasión y perseverancia que lo hacen muchos de los que apoyan al gobierno, pero con más tolerancia y más respeto.

Mariano Rovatti | Argenpolítica