POLITICA: DR. ROBERTO PORCEL

Paradojas de nuestra realidad

El grave problema que afrontamos los argentinos actualmente es que hemos perdido la capacidad de discutir ideas y proyectos, para contentarnos, finalmente, con una simple discusión de nombres.

25 de Julio de 2012

El grave problema que afrontamos los argentinos actualmente es que hemos perdido la capacidad de discutir ideas y proyectos, para contentarnos, finalmente, con una simple discusión de nombres.

Así, llegamos al absurdo: quienes no comulgamos con las políticas que llevan adelante las autoridades presentes, barajemos -para sucederlas al final de su mandato- otros nombres, pero que son grandes responsables y parte fundamental del proyecto que se quiere reemplazar.

Asoman, en ese futuro, nombres tales como Scioli, Urtubey, De la Sota o Capitanich. Sin embargo, ¿podrá alguien poner en tela de juicio, por ejemplo, que el Gobernador de la Provincia de Buenos Aires es socio fundador de estas políticas y defensor acérrimo de las mismas? ¿Se podrá objetar que Jorge Milton Capitanich es y ha sido una de las espadas más elocuentes de este gobierno? Todos son parte de este oficialismo que pretendemos confrontar.

Pero, paradójicamente, al momento de detenernos a elegir quién pueda liderar la bendita sucesión, concluímos inclinándonos por alguno o algunos de aquellos nombres a quienes responsabiizamos precisamente por nuestros males de hoy. La razón de ello es que hemos llegado a tan alto grado de descomposición social y política, que aceptamos mansamente que no es preciso discutir ni analizar ideas ni proyectos, sino tan solo elegir el nombre que suene "más popular". No interesan la trayectoria, la preparación ni el reconocimiento a la gestión; solo alienta en la elección el conocimiento que el nombre elegido pueda alcanzar.

Sergio Massa y Jesús CariglinoYa no se buscan émulos de Perón, Evita, Yrigoyen o Frondizi, sino deportistas, gente del mundo del espectáculo, grandes empresarios o portadores de apellido para quienes no haya necesidad de presentación. De tal suerte que, durante los últimos años, han irrumpido en escena figuras como el propio Daniel Osvaldo Scioli (cuya mayor virtud, por él mismo destacada, ha sido su templanza para aceptar las consecuencias de su temeridad en el agua), Carlos Reutemann (notable corredor de Fórmula Uno) o Nacha Guevara (a la que le alcanzó con mostrar sus dotes de buena actriz para interpretar la ópera Evita). Lo propio ha sucedido con otros nombres del mundo del espectáculo que supieron desfilar en el pasado (Ramón "Palito" Ortega) o recientemente (Miguel Del Sel). También, empresarios, como Macri, Werthein o De Narváez, que hacen su ingreso en la política a partir de grandes fortunas familiares. Y allí están también los portadores de apellido que creen tener derecho a estar, por tan solo "pertenecer". Es un secreto a voces que se baraja la posibilidad de Alicia Kirchner para desembarcar en la Provincia de Buenos Aires -o de Máximo Kirchner como candidato a Diputado- el próximo año. No por condiciones propias naturalmente; tampoco por su arraigo territorial. Simplemente, por tener el apellido de la actual Presidente.

Todavía está fresco en la memoria de los argentinos -y por cierto, con sus consecuencias a la vista-, lo caro que costó apostar al apellido cuando Perón legó su sillón a Isabel. Juan Domingo Perón no era reemplazable; no alcanzaba con portar su apellido. Eva Duarte era un caso distinto. No brillaba por su apellido, sino por virtud propia. No necesitaba ser Eva Perón; le sobraba con ser simplemente "Evita". Ciertamente que no es el caso de "Alicia", ni es éste el País de las Maravillas; tampoco, el de Caius Julius Verus Maximus (recordando a Spartacus, si acaso la mención nos trae alguna reminiscencia).

Pese a todo, no es tarde para ir por la reconstrucción de la República; en rigor, nunca lo es. Ha llegado la hora de prescindir de los "nombres" para retornar a las ideas y los proyectos, revalorizando instituciones y dirigentes que valen de verdad. No debe permitirse dejar pasar por alto declaraciones como las de un Ministro de Educación que, en letras de molde, destaca que "Tomar colegios es un triunfo de la democracia".

La Argentina necesita -urgentemente- recuperar instituciones sólidas, fuertes y creíbles. Para comenzar, es imperativo contar con un Poder Judicial verdaderamente independiente, no tan vapuleado y desprestigiado como el actual. Es imposible hablar seriamente sin este pilar fundamental de democracia y república. En todo caso, somos todos cómplices de una ficción. Por otra parte, se requiere un Poder Legislativo que se interese por todos y no que tan solo legisle en el interés de quién sea el administrador de turno. Las leyes quedan, los dirigentes pasan, pero es la República quien se degrada. Abundan ejemplos: el default, la jubilación privada (AFJP) luego regresada a la jubliación estatal, la privatización de YPF posteriormente vuelta a su estatización, etcétera.

Sería gratificante, a fin de cuentas, que quien ocupe el más alto cargo en el Ejecutivo (una vez terminada la elección) gobierne en el interés de todos y no tan solo del 54% que acompañó con el voto. Recordar, en todo momento, que el gobierno se encuentra legitimado por el voto del 54% es, a contrario sensu, descalificar el 46% que se inclinó por otras opciones. En otras palabras, esto significa dejar afuera al 46% de los argentinos.

Los herederos de los grandes líderes -sin embargo- existen y están. Simplemente hay que reconocerlos. En muchos casos, hombres sin grandes estridencias, que trabajan en silencio pero con mucho sentido común y gran sensibilidad social. Jesús Cataldo Cariglino es un claro ejemplo de ello. Se trata de un hombre que se ha hecho cargo de un municipio sin muchos recursos (de los que podríamos denominar pobres) y que, al cabo de unos pocos años, hizo del mismo el polo sanitario más importante y reconocido del país. Recuérdese que, durante la pandemia de la gripe aviar (virus H1N1), Malvinas Argentinas se erigió en el "hospital central" para entender en la emergencia, atendiendo a enfermos provenientes de todas partes del territorio nacional. Para Cariglino, justicia social se traduce definitivamente en posibilitar el acceso real a una salud pública de excelencia para todos los vecinos del municipio y sus alrededores. Se cuentan allí hospitales de última generación con un recurso humano de primer nivel y altísima tecnología, con la que no cuentan ni siquiera la mayoría de los sanatorios privados más caros de la Argentina. Este es el verdadero significado de distribución equitativa de la riqueza: equiparar al que no tiene con el que más tiene. Nivelar hacia arriba y no declamar, sino hacer. Porque pesificar ahorros en dólares no equivale a redistribuír riqueza; solo es exhibirla. Como contraste, la Provincia de Santa Cruz cuenta con regalías mineras y petroleras millonarias, pero le es imposible -ni ha podido en el caso de Máximo, hijo de la Presidente de la Nación- dar respuesta a la salud pública de sus habitantes.

Sin embargo y pese a todo, los preceptos de Perón y Evita aún continúan presentes y siguen vigentes, reflejados en muchos de los dirigentes actuales. Cariglino es buena prueba de ello. Sergio Massa se corporiza en otro buen ejemplo: un dirigente joven pero con mucha experiencia en la gestión que, a diferencia de la mayoría de sus pares, supo recoger y reconocer desde el incio de su Administración, el camino recorrido por su antecesor. En lugar de destruir lo hecho, lo preservó y potenció hasta alcanzar un sello propio que ha terminado por beneficiar a toda la comunidad de vecinos del municipio donde se desempeña. Hoy, todos reconocen que Tigre es un municipio mucho más moderno, pujante y seguro todavía que el que era entonces. Y -a no dudar- hoy es un verdadero modelo para otros, en materia de seguridad. En momentos en que desde el Gobierno Nacional se reconoce la inseguridad en la Provincia, Tigre ha sabido forjar su propia impronta en este tema, llevando a cabo una gran inversión en cámaras para vigilancia pública, patrulleros, y tecnología que todos le reconocen, todo ello complementado con la instalación de fiscalías al alcance del vecino. Eso también es sinónimo de distribuir equitativamente la riqueza. Hemos citado dos claros ejemplos en lo que respecta a Salud y Seguridad. Temas no menores, que buenos dirigentes han sabido resolver y desarrollar.

No hemos de darlo todo por perdido. Por supuesto que existen aún buenos dirigentes; aunque desde ya que está a la vista que no son una mayoría. Pero ello nos obliga a tomar las mayores precauciones al momento de elegir. Definitivamente, si queremos cambiar, es tiempo de volver a privilegiar experiencia, trayectorias, ideas y proyectos, por encima de simples nombres. Sin importar lo "populares" que nos suenen.


Roberto Porcel, Abogado | El Ojo Digital Política
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