INTERNACIONALES: AMY PAINE

La fórmula griega para el declive económico

El presidente de EE. UU. y su equipo han estado culpando a “los vientos en contra de Europa” por algunas de las penalidades de la economía de Estados Unidos. Pero lo cierto es que las normativas impulsadas por Washington y Atenas son aterradoramente parecidas y sus resultados no son buenos para ninguno de estos países...

21 de Junio de 2012

El presidente de EE. UU. y su equipo han estado culpando a “los vientos en contra de Europa” por algunas de las penalidades de la economía de Estados Unidos. Pero lo cierto es que las normativas impulsadas por Washington y Atenas son aterradoramente parecidas y sus resultados no son buenos para ninguno de estos países. Ambos tienen necesidad de exhaustivas reformas fiscales, aunque sus líderes han evitado las decisiones difíciles prefiriendo los rescates financieros y la pose política.

Crisis griegaEn las elecciones griegas celebradas ayer, los partidos políticos que respaldan el rescate financiero a Grecia obtuvieron una ajustada victoria, provocando que los mercados de Europa y del mundo dejaran escapar un suspiro de alivio temporal. Ahora los partidos deben formar un gobierno de coalición, a pesar de las continuas protestas del partido radical que buscaba desbaratar los términos de la ayuda del rescate financiero, lo que podría haber llevado a que Grecia abandonara el euro. Con un desempleo del 22%, los votantes griegos expresaron decepción ante sus limitadas opciones.

La crisis griega fue anunciada en el Índice de Libertad Económica de este año que produce la Fundación Heritage y el Wall Street Journal. Grecia registraba la mayor disminución en libertad económica entre todos los países del mundo. Su economía fue calificada como “mayormente controlada” y tiene la quinta puntuación más baja de Europa, superando sólo a Rusia y a tres exrepúblicas soviéticas.

¿Por qué está Grecia en semejante situación? Los autores del Índice apuntan a “décadas de sobregasto, una falta de avances en las reformas estructurales y una corrupción endémica”, observando que “la falta de competitividad y la debilitada confianza empresarial” de Grecia “son serios impedimentos para la reactivación económica. Los ajustes en la situación del mercado han sido paralizados o retrasados por los sindicatos públicos”.

¿Le suena conocido todo esto?

Debería, puesto que las similitudes entre Estados Unidos y Grecia son alarmantes. Hace dos años, el analista de la Fundación Heritage J.D. Foster comentaba que “No somos Grecia…todavía”. Sin embargo, desde que dijo eso en mayo de 2010, la deuda de Estados Unidos casi se ha duplicado en términos de porcentaje de la economía. La deuda pública de Grecia, un 165% del producto interior bruto (PIB), ya no parece tan irreal.

He aquí algunos otros puntos de comparación: El tipo impositivo del impuesto sobre sociedades en Estados Unidos es mayor que el de Grecia. El Índice de Libertad Económica sitúa la carga fiscal total de Estados Unidos en el 24% del total de los ingresos nacionales, mientras la carga fiscal total de Grecia era del 30% del PIB. El gasto del gobierno en Estados Unidos (42% del PIB) se aproxima al nivel de gasto gubernamental de Grecia, que sobrepasa el 50% de su PIB.

Ambos países tienen deficiencias económicas estructurales (como los tipos impositivos y las regulaciones laborales) que están causando problemas profundamente enraizados. Y ambos países han tratado de resolver sus problemas fiscales mediante rescates financieros, sin resultado alguno.

Aunque se remonta a la adopción del euro en 1999, la crisis europea salió a la luz por primera vez diez años después. En abril de 2009, la Unión Europea dijo a Francia, España, Irlanda y Grecia que redujeran sus déficits presupuestarios a raíz de la crisis de crédito. Desde que empezó la crisis, Europa ha debilitado sustancialmente su sistema bancario que sólo está apuntalado por la liquidez del banco central y por tambaleantes rescates financieros.

Ahora, el impago de los préstamos es una posibilidad real para Grecia y otras naciones europeas. Ellos han desestimado durante demasiado tiempo la necesidad del crecimiento económico y han preferido el intervencionismo gubernamental.

El presidente Obama, que asistirá a la cumbre del G-20 de hoy y mañana en México, “ha pedido a los líderes europeos que recapitalicen los bancos débiles y que se centren en el crecimiento económico y no sólo en la austeridad presupuestaria”, según informa Reuters. Básicamente, ha estado instando a los gobiernos europeos a gastar más ahora, incluso si los intereses de sus préstamos y sus deudas exceden en mucho los niveles sostenibles. Uno se pregunta cómo se supone que unos países que tienen acceso limitado o nulo a los mercados de crédito debido a su mala situación fiscal van a pedir dinero para todo ese gasto adicional. Solamente existe una diferencia entre la política de Obama para Europa y para nuestro país, donde ha instado a aumentar los empleos públicos como solución al desempleo en Estados Unidos: El gobierno de Estados Unidos aún puede pedir dinero para financiar su déficit ya que sólo hemos recorrido una parte del camino que los griegos ya han andado.

Al igual que el enfoque de sobregasto, de gravar en exceso, de sobreregular y seguir pidiendo demasiados préstamos, no funciona para los europeos, tampoco funcionará para Estados Unidos.

Para abordar cualquier repercusión financiera europea que pudiera afectar a Estados Unidos, tenemos que dejar de adoptar las mismas políticas que usan los europeos. El Congreso y el presidente deberían poner freno al gasto federal inmediatamente y por iniciativa propia en vez de, a fin de cuentas, verse obligados a hacerlo, como les ha ocurrido a los países de toda Europa. Deberían declarar un alto el fuego regulador y desactivar la amenaza del “Armagedón Fiscal”.

Estados Unidos es responsable de sus propios problemas económicos, con independencia de los vientos que actualmente barren el Atlántico.

 

La versión en inglés de este artículo está en Heritage.org.

 

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