NOTICIAS DEL CAMPO: RAUL ZORZON

La oclusión del mundo K

¿Qué pasó que se nos vino el mundo encima? ¿De quién podrá ser esta expresión "filosófica", sino de alguien que suscribe a las simplezas..?

21 de Junio de 2012

¿Qué pasó que se nos vino el mundo encima? ¿De quién podrá ser esta expresión "filosófica", sino de alguien que suscribe a las simplezas..?

El mundo no se cae, Señora: nos hemos caído nosotros porque Usted nos ha empujado. Lo que sí se derrumbaron fueron sus malas políticas económicas, dando por tierra con tantas fantasías, eje de su prédica subliminal que ya no atrae ni al más distraído. Las que se implementaron con sus tradicionales azotes e ilegalidades, que desembocaron en este inquietante escenario que ya observamos con preocupación: un descalabro que recién comienza.

Presidente Cristina Fernández Wilhelm de KirchnerEn el contínuo buscar a través del tiempo, en la cinta infinita de los caminos recorridos, lo único que hallamos son fracasos, enardeciendo los largos días que transcurren hacia nuevas frustraciones. Aspiramos a tener un país desarrollado y con convivencias eternas; parece ser algo demasiado lejano, acaso imposible.

Venimos de largos procesos de desventuras, soportadas por el "indio triste", el gaucho pobre, el peón cansado y el hombre rudo, que se jugaron a todo o nada y que, entre todos, forjaron una gran nación. Muchos caminos se recorrieron buscando el horizonte de la verdad. Las duras acechanzas sufridas, siempre contrastaron con esos nobles objetivos.

La luz de ese pueblo fue -y sigue siendo- una perspectiva que va detonando en nuestras noches oscuras, repartiendo sin descanso ilusiones y trabajo para las generaciones que pasaron y las que vendrán. Mientras tanto, el gobierno (con toda voracidad y en forma atrevida) va expoliando el fruto eterno de nuestros sacrificios y nuestras libertades.

Es una doliente tradición que se repite a través de los siglos y que nunca termina. Los valores humanos, otrora conservados por esos lúcidos luchadores de otros tiempos, son derrumbados por la avaricia de unos pocos inescrupulosos que viven destruyendo sistemáticamente esos cimientos sólidos en que se apoyaba este país.

Nadie puede negar lo infame de tantas administraciones que se llevaron todo, desde lo más enigmático como son los bienes de los argentinos, hasta lo más inconcebible, que es la moral de un pueblo. Ahora, sumergido en el desánimo, producto de la confusión.

Es el reino del revés. Vivimos escuchando mentiras e ingratitudes a diario; mareas de invenciones cubren los medios de comunicación para estirar lo que se corta, sin querer reconocer que lo que se acabó es el fin mismo de esas falsedades.

Ahora -como por asombro- aparece la extrañeza, cuando en ese contexto nebuloso ya no nos sorprendemos de tanta mediocridad en esos dichos, propio de aprendices inexpertos que se confunden hasta lo inconfundible.

No se trata de vencer en las ideas por lo que se advertía, sino de convencer que tenemos que escucharnos y debatir sobre el recorrido de los acontecimientos, y planificar. Se trata de estar atentos a las experiencias que el tiempo nos enseñó. No de aferrarse a maltratos ya insostenibles, para contener lo que se dispara sin retrocesos.

Todo se hizo mal. ¿Cómo es posible que, con tanta brisa a favor, estemos en esta tempestad? ¿Qué se hizo con tanta fortuna que ahora todo va en decadencia? ¿Donde están los superávits gemelos? Esos que tanta bonanza trajeron, para terminar ahora en déficit fiscal.

Nunca en la historia (que se tenga memoria), se ha malgastado tanta plata. Porque se ha dilapidado durante más de diez años lo incalculable en subsidios cruzados, extendidos innecesariamente hacia las personas de mayores recursos. Era la gran fiesta.

Todo era agradable: las mediciones del consumo así lo avalaban. Parecía el país de la abundancia, contrastando con un índice de pobreza fatídico, medido en términos de una economía en expansión. Cuando, en realidad, lo que se esparcía era la destrucción de los recursos existentes. Así, negaron la necesidad de ordenar y se disparó la inflación.

La verdad transmitida por los actores activos en 2008 en el comienzo del conflicto con el agro, hoy resuena como alta voz, al ver la herencia plantada por caprichos encerrados. Nada fue oído; terminan es su propia trampa. A cambio de aceptar lo que era real, se priorizó lo irreal como venganza contra la verdad, resguardándose en esa frase maliciosa: no nos van a torcer el brazo.

Destruyeron el trabajo desarrollado durante mucho tiempo y con tanta eficiencia en, por ejemplo, sustentabilidad de una agricultura moderna. Se extorsionó a la rentabilidad para subsidiar lo innecesario, en detrimento del futuro de las próximas generaciones. Por ser desertor de las tenebrosas reglas oficiales, al campo le fue diseñado el más perverso sistema de comercialización jamás visto.

Todo tiene un principio y un final. Aquel comienzo que llevaba inmerso semejante estrago, fue manifestándose a través de los años con medidas de un populismo grosero que llevaban implícita la más grande estafa en perjuicio de aquellos que viven trabajando para producir alimentos. Hoy, esos menesteres chocan con una realidad ineludible. El gobierno se ha quedado sin recursos; se agrava el desempleo.

Se observa un cómico asombro, desencajado en las expresiones de una frágil mujer. Incapaz de enderezar el timón de un barco que va camino a naufragar, porque sus conocimientos son escasos. Todo se transfigura en desventuras, por haber ocultado lo visible. Aparece la recesión.

Aquella mal llamada "batalla con el campo", que advertía sobre las consecuencias inmediatas de semejante despojo y luego auditadas por profesionales idóneos, mostraron una vez más la razón al descubierto: este festejo seguiría hasta que el clima diga basta. Y así sucedió.

La extrañeza de la Señora Presidente, luego de pronunciar aquella frase, es otra infeliz expresión. Propia de quien no tiene cabal conocimiento de cómo conducir un país con reglas claras. Lo peor es que no tiene ningún empacho en despacharse con esas desagradable soltura.

El mundo sigue sus andanzas; continúa en crisis desde hace rato. Pero nadie se suicida arrojándose al vacío de los despilfarro, salvo aquellos que, hoy nos observan para saber cómo se hace... lo que no se puede hacer.

Seguramente, ese mundo a que hace mención seguirá preguntándose ¿dónde queda la Argentina?

Raúl Zorzón, desde Malabrigo, Provincia de Santa Fe