INTERNACIONALES: POR EL LIC. SANTIAGO PEREZ

Estados Unidos, Brasil y el nuevo orden americano

América del Norte, Central y del Sur. Un escenario de competencia entre dos potencias que comienzan a dar forma a un nuevo orden continental.

21 de May de 2012

Somos testigos de una época en donde el término “Las Américas” cobra un sentido superlativo. Si bien es cierto que América del Norte, América Central y Sudamérica siempre fueron subcontinentes con realidades económicas, políticas y sociales diferentes, durante los últimos años presenciamos un acontecimiento inédito en casi dos siglos.

Allá por 1823, el presidente norteamericano James Monroe, y bajo el lema “América para los Americanos” dio inicio a la denominada doctrina Monroe. La misma era un claro mensaje a los estados europeos. Del mismo se desprendía que los Estados Unidos no permitirían que el nuevo mundo sea reconquistado por las potencias europeas y que la incipiente independencia de las naciones americanas sería defendida por Washington. Así se dio inicio a dos centurias de liderazgo continental norteamericano. Desde Alaska hasta Tierra del Fuego, los Estados Unidos fueron la potencia dominante por excelencia, colocándose como protagonistas y gendarmes de la vida política y económica del continente.

Como consecuencia del nuevo orden mundial en el que vivimos, la crisis económica del mundo desarrollado, los elevados precios de las materias primas y el crecimiento de los países emergentes, la situación política americana se ha visto modificada. Brasil, la mayor de las economías de América del Sur ha adquirido una trascendencia  y una capacidad de acción internacional suficiente para alterar el statu quo regional. De hecho, el asenso de Brasil ha trascendido el subcontinente llegando a ser considerado junto a Rusia, India, China y Sudáfrica como una de las potencias que liderara el crecimiento mundial en el futuro.

¿Cómo se relaciona el crecimiento de Brasil con el término “Las Américas”? Pues bien, desde la doctrina Monroe hasta nuestros días, los Estados Unidos no habían visto un competidor real en su liderazgo hemisférico. Como consecuencia del espectacular crecimiento brasileño comienza a deslumbrarse un nuevo escenario. En la actualidad, Washington y Brasilia empiezan a reconocerse  el uno al otro como actores centrales e inician un proceso de reparto dos grandes zonas de influencia. Aprovechando la fragmentación geográfica proporcionada por el istmo de Panamá que divide América del Sur de América del Norte y Central, los Estados Unidos y Brasil han demarcado sus esferas a uno y otro lado del canal.

Al norte de esta nueva frontera política encontramos el NAFTA (Tratado de libre comercio entre Estados Unidos, Canadá y México). Este acuerdo funciona como inmejorable plataforma para la extensión de los intereses norteamericanos a lo largo y a lo ancho del norte del continente. Los siete países de América Central, cuyas economías son pequeñas  y estrictamente dependientes de lo que sucede en Estados Unidos naturalmente se mantienen bajo el paraguas norteamericano. El crecimiento económico de estas naciones se relaciona directamente con su capacidad de exportar productos y recibir remesas hacia y desde los Estados Unidos. Al mismo tiempo, los estados que se encuentran entre el Canal de Panamá y la frontera norte de México afrontan problemáticas similares vinculadas al narcotráfico. Sus sociedades están siendo víctimas de una compleja situación directamente vinculada a la lucha entre los distintos carteles. Estos compiten por controlar la ruta que conduce a los Estados Unidos, el mayor mercado consumidor de estupefacientes del mundo. Desde el punto de vista migratorio, la relación entre Estados Unidos y estos estados es determinante, con millones de familias divididas a ambos lados de la frontera. Todas estas variables no hacen más que estrechar las relaciones entre Washington y los ocho estados que se encuentran entre su frontera y el inicio de América del Sur. Es por esto que el liderazgo norteamericano sobre esta zona surge como un acontecimiento natural e histórico. El término “Patio Trasero” es una inmejorable descripción de lo que representan estos países para los Estados Unidos.

Al sur del Canal de Panamá, la situación es marcadamente diferente. Desde las costas de Colombia y Venezuela hasta el cono sur encontramos a estados soberanos más sólidos que las pequeñas naciones centroamericanas. El asunto del narcotráfico, si bien existe, no altera de forma trascendente la vida política regional. Colombia, el país más comprometido de la región, está logrando controlar y acorralar a los denominados grupos narcos. Al mismo tiempo las economías sudamericanas tienen un comercio más diversificado y no tan dependiente de los vaivenes de la economía norteamericana. La UNASUR (Unión de naciones sudamericanas) funciona como un foro donde se tratan temas políticos, migratorios, económicos y de defensa lejos de las opiniones y lobbies estadounidenses. El Mercosur, tratado de libre comercio firmado por Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay busca integrar las economías es los países miembros e inclusive negociar en bloque con terceros estados fuera de la región. Dentro de este escenario, donde el subcontinente tiene una vida autónoma de lo que sucede en el norte, es donde Brasil busca ejercer su influencia.

Con los ya mencionados UNASUR y Mercosur como escudos que dificultan el ingreso de potencias extra continentales, Brasilia ha llevado adelante una política de expansión de sus intereses por toda la región. Para ello ha apelado a factores económicos, políticos y militares. Las inversiones de la petrolera estatal Petrobras se han incrementado en todo Sudamérica, funcionando esta empresa como un elemento estratégico para la matriz energética subcontinental. El poderoso BNDES (Banco Nacional de Desarrollo) se ha transformado en el brazo financiero utilizado por Brasilia para incrementar su influencia en las distintas economías, canalizada esta por medio de créditos blandos para el desarrollo. La minera brasileña VALE, ha incrementado su presencia en toda la región, controlando recursos estratégicos. Por último el complejo militar-industrial brasileño comienza a posicionarse como el proveedor de los ejércitos de América del Sur de las próximas décadas.

Esta avanzada de Brasil sobre sus vecinos ha tenido el visto bueno de los Estados Unidos, país que pareciera comenzar a aceptar a su par suramericano como una potencia lo suficientemente fuerte como para liderar el proceso regional. Durante la última visita de Dilma Rousseff a Washington, Barack Obama fue contundente al respecto al sostener que Brasil ya debe ser considerado un “líder mundial”. El posicionamiento brasileño como la sexta economía a nivel planetario así lo amerita.

Por todos estos motivos es que los americanos estamos siendo testigos de un nuevo equilibrio de poder continental, en donde una nueva potencia comienza a ocupar un lugar que durante muchísimo tiempo había pertenecido a los Estados Unidos. El futuro encontrara a los habitantes de esta región del mundo con dos grandes referentes, los cuales marcaran la agenda política y económica continental.

 


Por Santiago Pérez -Lic. en Relaciones Internacionales-, para El Ojo Digital
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Por el Lic. Santiago Pérez, para El Ojo Digital Internacionales