INTERNACIONALES: POR MIKE BROWNFIELD

François Hollande: el socialismo resurge otra vez

Este fin de semana, el pueblo de Francia dio un brusco giro a la izquierda y el resto de Europa puede estar a punto de rechazar su reciente cambio de rumbo hacia la responsabilidad fiscal. Con la elección de este domingo del líder socialista François Hollande, Francia ha retrocedido a las políticas de actuación que han ayudado a hundir al continente en una crisis de deuda soberana...

09 de May de 2012

Este fin de semana, el pueblo de Francia dio un brusco giro a la izquierda y el resto de Europa puede estar a punto de rechazar su reciente cambio de rumbo hacia la responsabilidad fiscal. Con la elección de este domingo del líder socialista François Hollande, Francia ha retrocedido a las políticas de actuación que han ayudado a hundir al continente en una crisis de deuda soberana. Todo esto es inquietante; el pueblo americano está demasiado familiarizado con la plataforma de Estado omnipresente usada por Hollande durante su campaña electoral y si Estados Unidos no tiene cuidado, podría sufrir el mismo destino que sus aliados europeos.

Hollande consiguió la victoria apelando a un electorado insatisfecho por tener que afrontar necesarios recortes, proclamando que él está “orgulloso de haber sido capaz de darle de nuevo esperanza al pueblo”. Ese tipo de esperanza exige un cambio de las normativas relativamente conservadoras del presidente Nicolas Sarkozy: en su primer mandato, Sarkozy trabajó para reducir el número de empleados del sector público, eliminar la semana laboral de 35 horas, reformar el sistema universitario y reducir los impuestos.

Hollande, por el contrario, prometió subir los impuestos a las grandes empresas y a las personas adineradas, implementar un tramo fiscal del 75%, incrementar el gasto público en 20,000 millones de euros, subir el salario mínimo, contratar 60,000 profesores más y bajar la edad de jubilación de los 62 a los 60 años para algunos trabajadores. Dice que es “el presidente de los jóvenes de Francia” y cree que el estímulo público es el modo correcto de alcanzar el crecimiento económico, no vía recortes de gastos.

Si Ud. ha seguido la presidencia del presidente Obama, gran parte de esto le debería resultar familiar. El presidente Obama llegó al cargo con una promesa de esperanza y cambio, apeló a los jóvenes americanos y prometió renovada prosperidad. Su solución fue más gasto público y vaya si gastó en estímulos por  cerca de un billón de dólares, en un plan de atención médica operado por el gobierno, en un rescate financiero de los sindicatos públicos y pidió más  impuestos para americanos ricos y empresas.

La diferencia entre Estados Unidos y Francia es que la última ha llegado mucho más lejos en el camino hacia el Estado del Bienestar social. Las propuestas de Hollande no marcan ningún rumbo nuevo, simplemente es una vuelta a lo de antes. Francia es destacadamente emblemática del estilo de vida europeo. Tal y como Daniel Hannan, miembro del Parlamento Europeo, lo describe en Why America Must Not Follow Europe (Por qué Estados Unidos no debe seguir los pasos de Europa), “Largas vacaciones, permiso de paternidad, un salario mínimo más alto, una semana laboral corta: ¿Qué no le gusta de la lista? El problema es que al final el dinero se acaba”.

De hecho, en Francia el dinero se ha acabado. La deuda pública del país se sitúa ya en más del 80% del PIB, el gasto público es del 55% del PIB, la carga fiscal es equivalente al 42% del total de ingresos domésticos y no ha balanceado su presupuesto desde 1974.

Por desgracia, Estados Unidos está encaminado en gran medida en la misma dirección. Como muestra El Presupuesto Federal en Gráficos de la Fundación Heritage, la deuda de Estados Unidos se situó en el 67% del PIB en 2011, pero a menos que Estados Unidos controle su gasto, su deuda sobrepasará a la de Francia, Italia e incluso Grecia, alcanzando el 187% del PIB para 2035. El gasto en Medicare, en Medicaid, en los subsidios de Obamacare y en el Seguro Social devorarán toda la recaudación hacia 2045 y los impuestos se están elevando más allá de sus niveles históricos. Y en cuanto al presupuesto, el Senado de Estados Unidos no ha aprobado ninguno en tres años, por no hablar de balancearlo.

El mundo ha visto lo que hay al final de este camino a la perdición. Aunque Francia es magnífico ejemplo de un país que está creando su crisis debido al gasto, Grecia ya ha sobrepasado ese punto de inflexión. La deuda del país ha explotado, el 21.8% de su gente no tiene trabajo y entre los jóvenes, son más los que no tienen empleo que aquellos que sí lo tienen. A la vista de las medidas para apretarse el cinturón que llegaron como condición para un rescate financiero por parte de la Unión Europea y del Fondo Monetario Internacional (y que incluía rebajas en las nóminas del sector público y reducciones de las pensiones) el país se lanzó a una abierta revuelta política con violentos disturbios en las calles. En las elecciones de este fin de semana, los votantes griegos rechazaron a los partidos políticos que respaldan la responsabilidad fiscal y en cambio se han vuelto hacia la izquierda radical.

Si hay algún resquicio de luz dentro del extendido giro a la izquierda de Europa, este llegó el viernes pasado con la reelección de Boris Johnson, el alcalde conservador de Londres. Johnson hizo campaña en pro de las rebajas de impuestos y para eliminar el despilfarro en el sector público con la esperanza de promover crecimiento económico. Pero lamentablemente, la vuelta de Francia a las profundamente arraigadas normativas socialistas podrían señalar el final de las medidas de responsabilidad fiscal que la canciller alemana Angela Merkel ha defendido y ese cambio podría llevar al desastre económico.

Aunque Europa esté a un océano de distancia, las actuaciones políticas que están hundiendo al continente podrían tener el mismo impacto en Estados Unidos si se imitan aquí. El gasto desmedido tiene funestas consecuencias y si Estados Unidos no tiene cuidado, podría seguir el camino de Europa hacia la ruina económica.

 

La versión en inglés de este artículo está en Heritage.org.

 

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Por Mike Brownfield, Libertad.org / The Heritage Foundation