INTERNACIONALES: POR HELLE C. DALE

La teledifusión iraní en América Latina

Los desafíos para la teledifusión internacional y la diplomacia pública de Estados Unidos siguen aumentando. Junto a China y Rusia, Irán también alberga la ambición de ser una potencia global y está haciendo avances con su poder blando en Latinoamérica (y no es que haya algo de “blando” en torno al poder blando iraní).

08 de Marzo de 2012

Parte de la explicación es que Irán está desesperado por mejorar su imagen y su economía ya que se enfrenta a sanciones a mayor escala y a un potencial embargo petrolero por parte de Europa. Irán también puede estar concentrando sus iniciativas propagandísticas sobre Latinoamérica para cimentar su influencia en la diáspora chiíta libanesa en la región, donde su aliado Hizbolá ha echado raíces.

Mahmoud AhmadinejadMás recientemente, con la esperanza de “limitar la supremacía de los que buscan la dominación” (en otras palabras, Estados Unidos), Irán ha lanzado una televisión por satélite en español que difundirá las 24 horas del día noticias sobre Irán, documentales y películas.

Aunque puede que las noticias de Irán no fascinen a todos los televidentes latinoamericanos, muchos de los programas sacan rendimiento al sentimiento antiamericano y son críticos con Estados Unidos, incluso hay una noticia que afirma que la mayoría de los americanos no está a favor de las sanciones contra Irán, un artículo criticando los “complots” americanos contra Siria y Venezuela y un discurso del presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, describiendo a Estados Unidos como una “minoría egoísta e intimidadora”.

Es difícil cuantificar exactamente cuánto gasta Teherán en teledifusión internacional, pero es una suma considerable. La Televisión de la República Islámica de Irán (IRIB) es una empresa gigantesca cuyo alcance está al mismo nivel que la alta calidad de su producción. La IRIB emite a través de 13 canales internacionales diferentes para 45 países (incluido Estados Unidos) en 28 idiomas.

La promoción de los medios iraníes en Latinoamérica llegan en un momento de profundos recortes presupuestarios en la difusión internacional americana. El servicio latino de la Voz de América (VOA) (al igual que Radio Martí, independiente aunque financiada por el gobierno de Estados Unidos) se está enfrentando a profundos recortes. Vaya con el mensaje estamos enviando a nuestros vecinos al sur de Estados Unidos.

Yendo más allá de la teledifusión, los iraníes han intensificado sus iniciativas de diplomacia pública en Latinoamérica.

En su gira latinoamericana en enero, Ahmadineyad promocionó varias inversiones y proyectos de ayuda, a pesar del hecho de que Irán aún tiene que cumplir con algunas de sus ayudas prometidas previamente. En enero la divisa iraní se depreció hasta los 17,800 riales por cada dólar. Los lazos con Venezuela le permiten a Irán evitar las sanciones financieras y crear rutas de transporte marítimo al exterior. Irán ha estado ayudando a Venezuela a localizar sus depósitos de uranio y presuntamente ostenta la propiedad parcial de varias minas de uranio venezolanas. Venezuela ha creado una zona de exclusión aérea sobre una de sus minas de “aluminio”, que muy probablemente sea una fachada para una mina de uranio conjunta. Muchas de sus instalaciones manufactureras son igualmente sospechosas.

En una reciente sesión del comité del Senado, los participantes mostraron su preocupación acerca de los lazos crecientes entre Ahmadineyad y el presidente venezolano Hugo Chávez, sobre las sombrías operaciones de puente aéreo entre Teherán, Damasco, Caracas y Bolivia y los proyectos manufactureros de Irán en Latinoamérica. Muchos legisladores piensan que estos países latinoamericanos están “jugando con fuego”.

Jugar con fuego es una buena forma de describir cualquier acuerdo con el gobierno iraní. Mientras tanto, y sin embargo, el gobierno de Estados Unidos también está jugando con fuego si abandonara la lucha por influencia en esta parte clave de nuestro propio hemisferio.

 

La versión en inglés de este artículo está en Heritage.org.

 

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Por Helle C. Dale - The Heritage Foundation / Heritage Libertad