SOCIEDAD: POR MATIAS E. RUIZ

Far West marplatense

El homicidio del joven Ariel Di Meglio y el reciente atraco sufrido por su familia vuelven a fijar la atención en la problemática del delito en la otrora "Ciudad Feliz". El intendente vecinalista Gustavo Pulti y su socio comercial, el Gobernador Daniel Osvaldo Scioli, miran -como siempre- para otro lado. El combate contra la delincuencia continúa fuera de agenda. Detalles perturbadores que, de una vez por todas, se impone contabilizar. Aunque hieran susceptibilidades.

17 de Febrero de 2012

Mar del Plata ha transmutado, sin sombra de dudas, en una de las urbes más violentas del país. La ciudad balnearia se destaca, por ejemplo, por la elevada cifra de asaltos violentos en perjuicio de personas de edad avanzada, episodios que no pueden ser sino ejecutados por la delincuencia más cobarde e impune. Cuestiones menores, si se quiere, como el frecuente robo de autoestéreos y ruedas de automóviles pierden importancia, a la sombra de la pérdida de vidas humanas a manos de adolescentes. Pero la respuesta (aunque no deseada) se presenta: uniformados sugieren a los propietarios de casas de familia, en voz baja, armarse. Y si es posible, ante un ilícito, eliminar al delincuente y deshacerse del cuerpo (pero sin notificar a las comisarías). Para después no tener que enfrentar la persecución judicial y el acoso de los familiares del difunto.

Quizás, mucho de lo que sucede en la ciudad se deba a la desafortunada cercanía del penal de Batán, reputada escuela de homicidas de donde los jóvenes egresan para luego segar la vida del primer inocente que se les cruce, y así retornar tras los barrotes con un "currículum" algo más completo. Porque -como a estas alturas resulta obvio- la fórmula de trabajar para ganarse la vida rara vez le aplica al delincuente. Especialmente cuando la prisión le garantiza un régimen casi prístino, basado en mejor alimentación, techo, e interminables horas de visita para el disfrute junto a sus parientes (responsables primigenios de educarlo en las artes del mal vivir y el daño a terceros).

Ariel Di MeglioEl pasado septiembre, un malhechor de dieciséis años de edad ultimó al joven Ariel Di Meglio en la puerta de la casa de su novia, con el objetivo de apropiarse de su moto. Sin mediar diálogo, el precoz homicida (que contaba con antecedentes) tiró del gatillo y puso punto final a los sueños de Ariel en un abrir y cerrar de ojos. Pero la pesadilla de la familia de la víctima estaba llamada a eternizarse: hace pocos días, su madre, Griselda Errecalde, sufrió el ataque de una banda organizada en su propia casa. La señora, de 54 años de edad, se encontraba en compañía del abuelo de Ariel, su hermana y su novio. El grupo organizado de dueños de lo ajeno -cinco en total- ingresó al domicilio por el techo y sometió a la familia sin recurrir a armas de fuego. Aunque echó mano de un comportamiento agresivo, seguramente para abortar cualquier posibilidad de resistencia. Luego de retener a la familia durante casi una hora de reloj, el mal elemento se hizo de dinero, joyas y los teléfonos celulares de los ocupantes.

Sumergirse en los detalles del relato seguramente no le aportará comodidad ni consuelo a la familia de Ariel (a la que, quien esto escribe, desea expresarle su más sentido y sincero apoyo). Sin embargo, la recapitulación del dolor no solo es útil sino también necesaria, cuando se trata de examinar los caracteres que hacen a un sistema que hace ya tiempo se exhibe caduco. La problemática de la violencia afecta a millones de argentinos y no es exclusiva de ninguna ciudad en particular. Pero acaso exista un hilo conductor, y este observe relación directa con una dirigencia política que traspasa los límites de la indolencia y un lóbrego desinterés por aquellos a quienes deben rendir cuentas: los ciudadanos. ¿Cómo entender a funcionarios que critican la puesta en prisión de menores? ¿Acaso tendrán temor a quedarse sin "mano de obra"?

Cristina, Scioli, Pulti y Aldrey IglesiasLa intendencia del Partido de General Pueyrredón, como es sabido, está a cargo del vecinalista Gustavo Arnaldo Pulti. Este arribó al cargo tras escudarse en una batería de propuestas de renovación y cambio. Iniciativas que, al cabo de pocos años, han brillado por su ausencia. Sus intentos de independencia del oficialismo kirchnerista y del gobierno provincial de La Plata han sido vanos, lección que aprendió de la peor manera, sucumbiendo ante la amenaza de la quita de partidas de fondos necesarios para obras de infraestructura. Dinero que la propia Mar del Plata nunca puede proveerse, y que debe ser girado convenientemente desde La Plata, o bien desde la Nación. Compañero del Gobernador Daniel Scioli en emprendimientos comerciales locales, Pulti solo conoce de genuflexión, en tanto que carece, taxativamente, de la menor iniciativa. A ese tándem marketinero supo adherirse oportunamente a Florencio Aldrey Iglesias, dueño del diario La Capital (junto a otros medios pequeños) y reconocido pope turístico. Scioli -responsable político de la inacción de la Policía Bonaerense- no es tonto: el control de medios permite regular el goteo de las noticias que más convienen a su sociedad. Por ello, quienquiera que resulte ungido como intendente de Mar del Plata carecerá siempre de la discrecionalidad más elemental, cuando se trata de enfrentar al delito. Esta faena recae en el aparato propagandista del sciolismo, limitado a acciones mediáticas de la peor calaña, en las que su fiel ladero a cargo de la cartera de Seguridad, Ricardo Casal, se apersona para brindar "consuelo" a víctimas de la violencia. De este modo, se participa a todos -incluso a los damnificados- del show político del ex motonauta, por estos días aspirante a la Casa Rosada.

Diego TorresEn ocasión de la reiteración de homicidios violentos en el conurbano bonaerense, el propio Daniel Scioli reconoció en forma pública encontrarse "atado de pies y manos" a la hora de combatir el delito. A posteriori de aquella confesión suicida, los ciudadanos aprendieron a tomar debida nota respecto de su colorida ineptitud. Si el Gobernador tiene las "manos atadas", ¿qué podrían concluír los marplatenses, en virtud del intendente con el que el destino los ha castigado tan cruelmente? La excusa de rigor siempre suele coincidir con la carencia de fondos. Sin embargo, resulta extraño que, por estas horas, toda Mar del Plata se encuentre comentando por lo bajo sobre los -aproximadamente- quinientos mil pesos que don Gustavo Pulti abonó en concepto de cachet para el cantante Diego Torres, con el fin de garantizar su presentación en el festival público conocido como Fiesta del Mar. Cifra pagadera, según reportan algunos, en negro. ¿Olvidó el Señor Intendente que esos fondos no le pertenecen a él, sino a los marplatenses? Los comentarios no deben estar tan errados; Pulti está siendo investigado por la Justicia bajo cargos por defraudación y malversación, conforme lo apuntara el fiscal federal Juan Manuel Pettigiani (ver: http://www.lanoticia1.com/noticia/mar-del-plata-investigan-a-pulti-por-corrupcion-26540.html). Por otra parte, el alcalde ha sido sindicado como el responsable de echar a puntapiés al prestigioso arquitecto tucumano/americano César Pelli, quien tenía preparado un proyecto monumental para recuperar la vieja terminal de ómnibus. Todo para favorecer a... Aldrey Iglesias (http://www.lapoliticaonline.com/noticias/val/74279/roces-entre-scioli-y-pulti-por-una-licitacion-que-favorece-a-aldrey-iglesias.html).

El Gobernador Scioli, por su parte, no solo ha corroborado que no llegó a su despacho en el Pasaje Dardo Rocha para combatir el crimen en serio. El ex piloto de competencias fraguadas invierte demasiado tiempo en poner el carro delante del caballo: chilla porque la Nación no le gira las partidas necesarias, pero invierte fortunas en publicidad y en la costosa construcción de su plataforma política con miras a 2015. Tanto él como Karina Rabollinila totalidad de los miembros de su gabinete solo saben aportan mayores cuotas de somnoliencia al recurrente eslogan ("Con fe y esperanza... Siempre adelante"). Es decir, que nada dicen sobre nada en particular. El Excelentísimo Señor Gobernador se desvive por alcanzar la primera magistratura, pero se ha olvidado de pedir el correspondiente permiso a los ciudadanos. Resultó victorioso en los recientes comicios simplemente por dos motivos: el primero, porque en la vereda de enfrente no existía oposición; en segundo término, porque el cristinismo debió asistirlo en el terreno: necesitaba de sus votos para consagrarse en el cómputo final de las Presidenciales. En actuaciones dignas del Oscar de la Academia, su Señora esposa, Karina Rabollini, derrama lágrimas ante cada ocasión en que le reprochan el uso que hace de los bienes del estado provincial. Como si hacer preguntas y cuestionar significaran un pecado mortal merecedor de una docena de infiernos. Mientras tanto, el ministro Casal se encuentra sumamente ocupado en destratar a la policía, acaso porque -así lo cree- conviene al discursillo político. Curiosa provincia, Buenos Aires, distrito cuyos máximos funcionarios ponen el grito en el cielo por la falta de dinero y obsequian discursos maravillosos, mientras asisten a tétricos asados en donde capturan botines de millones de pesos, aportados por los referentes del crimen organizado (narcotraficantes y cortadores de autos) que pugnan por su derecho a "trabajar" tranquilos. Para las víctimas de la inseguridad, quedan la muerte, el desasosiego y el interminable dolor. Y esta es una situación francamente inaceptable.

Señor Gobernador Daniel Osvaldo Scioli; Señor Gustavo Arnaldo Pulti (Intendente de Mar del Plata); Señor Ricardo Casal (reputado Ministro de Injusticia e Inseguridad en Buenos Aires): es hora de comenzar a interpretar apropiadamente estos mensajes. Es menester que comprendan que su compromiso no es con la política, ni con los socios de ésta, los delincuentes: su compromiso es con los ciudadanos de bien y de trabajo. Desarmaderos

El 2012 no será, precisamente, un año favorable para muchos referentes partidarios. Por sobre todo, los aspirantes a cargos públicos deben hacerse a una idea: los medios de que dispone el ciudadano para hacer valer sus intereses han cambiado de forma, presentación y procedimiento. En tanto que los resultados de cualquier comicio favorable son pasibles de perder valor en cuestión de horas, una reputación puede ser destruída en minutos, con solo ponerse a disposición en Internet y sus distintas redes. Arrinconados, los medios tradicionales no tienen luego otro camino que investigar y completar el trabajo: TODO puede saberse.

El ciudadano cansado y, en especial, las víctimas de la inseguridad, tienen todo el derecho de arrogarse la fuerza de la respuesta. Tarde o temprano, a toda acción le sobreviene una reacción en sentido contrario y de idéntica (o más fuerte) intensidad. En nombre de Ariel, cuya prematura desaparición pudo evitarse, y de muchos otros, que han sufrido el mismo final.


Por Matías E. Ruiz, Editor
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