INTERNACIONALES: POR ISAAC L. SANCHEZ JUAREZ

México: explicación para el pobre crecimiento

Justo esta semana acabo de terminar la lectura de un libro altamente recomendable, manejado con gran precisión y rigor técnico: Por eso estamos como estamos: La economía política de un crecimiento mediocre, dicho texto fue escrito por Carlos Elizondo Mayer-Serra con la intención de explicar las razones del pobre crecimiento económico en México. Sin duda, es una lectura obligada para todos aquellos que desean generar estrategias para superar el problema y poner al país nuevamente en la senda del desarrollo.

20 de Noviembre de 2011

El autor considera que México no ha logrado la tasa de crecimiento económico que sería deseable para un país con las características del nuestro, debido a decisiones políticas y acciones tomadas internamente. El autor rechaza en todo momento culpar de nuestra tragedia a nuestros vecinos o a las condiciones adversas que existen en el mundo. Para él, lo que somos es fundamentalmente el resultado de lo que hemos hecho y dejado de hacer.

México D.F.El autor considera que el problema central de la economía mexicana reside en la capacidad de ciertos grupos para evitar la formulación y puesta en práctica de políticas públicas favorables al interés general que premien el mérito y doten a los mexicanos de verdaderos derechos universales, y en la debilidad y poca intención de nuestra sociedad para imponer esos cambios. Dedica dos capítulos al análisis de los grupos de búsqueda de rentas, concentrándose en los empresarios, agricultores, burócratas y sindicatos.

Respecto a los empresarios, señala que siempre han tenido la capacidad de afectar las acciones del gobierno. Durante las décadas de 1940 a 1970 concentraron sus acciones en el Ejecutivo y obtuvieron buenos resultados de esa cercana relación. A dicha época se le conocía como la “alianza por las ganancias”. El principio rector del gobierno era apoyar a estas empresas para que hicieran dinero y generaran empleo a cambio de que no intervinieran en la política. Mientras los empresarios aceptaran esta distribución de tareas, solían tener espacio para acumular ganancias.

Adicional a lo anterior, el autor señala que mediando entre los grupos de interés y la sociedad se encuentra un sistema político que no genera los incentivos para propiciar cambios de utilidad general, así como un Estado débil y permeado que no puede enfrentar a los intereses más poderosos que frenan al país, incluida su propia burocracia. Corregir lo mencionado implica hacer cambios en la estructura institucional del país, propone realizar reformas para abatir los siguientes problemas: 1) un gobierno dueño de empresas que pierden dinero en forma sistemática y que terminan consumiendo más recursos de los que generan; 2) monopolios públicos y privados mal regulados, que extraen altas rentas del consumidor y dificultan la competitividad de empresas que consumen sus bienes y servicios; 3) trabajadores que no hacen nada o muy poco, pero que no pueden ser despedidos; 4) el constante cambio de las reglas del juego; y 5) expropiaciones arbitrarias que desestimulan la inversión.

El Dr. Elizondo Mayer-Serra demuestra que no debemos nuestra situación actual a ninguna fatalidad divina, histórica ni cultural. Somos responsables de ella y, por tanto, también podemos hacer que cambie. Los mexicanos si tenemos remedio. La transformación de México es totalmente un asunto que está en nuestras manos. Su libro sugiere que debemos imaginar un mejor mañana y trabajar todos los días para lograrlo, nos hace pensar en la necesidad de replantear el futuro. Es cierto que hoy el panorama es negro, pero no tiene porque ser así permanentemente, nosotros podemos darle un giro a nuestra trágica historia, el cambio está plenamente en nuestras manos. De lo que se trata es de pensar y actuar con una visión emprendedora, hacer de la libertad y la competencia las banderas del cambio.

Indica que es necesario un liderazgo presidencial que asuma como propia y estratégica la difusión de información sobre los costos de mantener los privilegios, además de acompañarse de una batería de reformas legales diseñadas para emparejar el terreno de juego, tanto en lo político como en lo económico. En el capítulo final menciona que es necesario regular mejor las actividades que afectan el proceso de toma de decisiones en el Congreso; mejorar el sistema electoral, incluidos la reelección, el costo de las campañas, las candidaturas independientes y el acceso a los medios de comunicación; mejorar el sistema de procuración de justicia; reformar la legislación laboral para hacerla más flexible; proteger al consumidor; promover la competencia; abrir el mercado energético; elevar la calidad del sistema educativo; y lograr que en México deje de recaudarse poco y mal.

En esencia de lo que se trata, según el autor, es de alinear los intereses de corto plazo de los distintos actores que tienen poder con una cierta visión de largo plazo y creer que somos capaces de crecer y ser más productivos que aquellas naciones que hoy son líderes en la materia. El autor nos recuerda, que en la segunda mitad del siglo pasado, durante el llamado desarrollo estabilizador, México demostró al mundo que era capaz de organizarse para crear un milagro económico. Sin embargo, este logro fue posible en un sistema político no democrático que compensaba su falta de legitimidad mediante la distribución de beneficios a los actores mejor organizados y con mayor peso político.

Lo anterior generó una economía llena de distorsiones y poco competitiva, volvió el milagro fiscalmente insostenible y creó una burocracia cuya lógica central era repartir (y proteger sus propios privilegios), no brindar derechos para todos de la forma más eficaz. Dicho modelo quebró y se hicieron reformas para tener una economía más cercana al mercado; el sistema político cambió a uno donde el voto determina quién gobierna. Sin embargo, por la naturaleza negociada de la transición, la mayoría de esos grupos bien organizados durante los años del corporativismo todavía existen. Las viejas estructuras corporativas y diversos grupos con privilegios supieron adaptarse al nuevo entorno económico y político, en muchos casos sin haber sufrido modificaciones importantes y, en cambio, ganaron una mayor capacidad de maniobra , dada la dispersión del poder que trajo el proceso democratizador.

En el capítulo final apunta que el reto es hacer las reformas pendientes, las cuales no implican simplemente privatizar y desregular, sino fortalecer al Estado frente a todo tipo de intereses que hasta ahora han sido capaces de frenar cambios deseables, como el sindicalismo improductivo en el sector público y la falta de regulación en sectores donde dominan unas cuantas empresas. La situación se ha mantenido porque tanto los sindicalistas como los grandes empresarios se benefician de este equilibrio subóptimo.

En su libro se demuestra que para crecer a tasas elevadas y sostenidas es necesario tener un país que promueva la inversión, la competencia y el mérito como forma de incrementar los ingresos de cada individuo. Todavía más, el libro comprueba que durante los últimos treinta años las fuerzas políticas no han logrado la coordinación necesaria que haga posible el crecimiento.

Como se ha aclarado, el argumento central es que muchos de los actores dominantes en el país se conducen conforme a la lógica corporativa del pasado, donde importaba más defender un privilegio que generar instituciones capaces de lograr un resultado eficiente. El viejo sistema nunca promovió los mecanismos que hicieran del esfuerzo, el mérito y la competencia los motores centrales para la distribución de beneficios.

Finalmente, espero que esta breve reseña del libro Por eso estamos como estamos: La economía política de un crecimiento mediocre, le anime a comprarlo, leerlo y sobre todo a ayudar a construir un México pacífico, democrático y competitivo.


Isaac Leobardo Sánchez Juárez es profesor e investigador de economía en la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (México) y fue el ganador del concurso “Caminos de la Libertad” 2009 organizado por TV Azteca.

Por Isaac Leobardo Sánchez Juárez, The Cato Institute