POLITICA: POR MATIAS E. RUIZ

La silenciosa "vereda de enfrente"

Con poco, aunque bien meditado esfuerzo, el oficialismo ha sabido cumplir holgadamente con su objetivo estratégico, comprendido en el marco de la neutralización definitiva de opositores, prensa, opinión pública, industria, agro e instituciones.

27 de Septiembre de 2011

En vida, Néstor Carlos Kirchner propugnaba entre sus condiscípulos que, a criterio de mantener a raya a votantes y oposición política, volvíase necesario confeccionar una enredada madeja hecha a base de aprietes, extorsiones, subsidios, amenazas y el sobredimensionamiento del propio carisma. La "penetración cultural" también ocupaba un rol preponderante en su reedición de El Príncipe. De ahí la importancia de contar con el voto de confianza de organismos de "derechos humanos" y "organizaciones sociales" en la Casa Rosada, sin importar que, en tiempos en que era Gobernador de Santa Cruz, el empleo de la violencia contra las protestas gremiales era moneda corriente.

Desaparecido el líder en medio de un episodio que aún exhibe ribetes sobradamente oscuros, su Señora homogeneizó las porciones más heterogéneas del librito. O -para ponerlo en conceptos más suburbanos-, hizo fácil lo difícil. Acaso Cristina Elisabet Fernández Wilhelm asimiló mejor que nadie la que tal vez fuera una de las sentencias más difíciles de rebatir del General Juan Domingo Perón: aquella que rezaba que "la víscera más sensible del argentino es la billetera".

Desde hace décadas, las provincias han venido contabilizado índices tan intolerables como crecientes de participación estatal en la actividad económica, superando el 80% e incluso más en distritos como La Rioja, Santiago del Estero, Chaco, Formosa o Corrientes (por citar solo unos pocos ejemplos). La consecuencia más lógica y significativa de este proceso fue la consabida declinación de los productos brutos provinciales y el esperable empobrecimiento de las mayores porciones de aquellas poblaciones. Porque está inscripto con marca de fragua en su propia esencia: la administración estatal en la República Argentina jamás supo llevarse en buenos términos con la creación de riqueza. Administrar no equivale, necesariamente, a generar. Y no en vano, las provincias argentinas son globalmente catalogadas de feudos. Proceso que -lícito es decirlo- jamás ha sido accidental, por cuanto se ha esbozado en un programado mecanismo para acorralar al votante y convertirlo, taxativamente, en rehén.

Referir que Santa Cruz no ha sido una excepción a esta regla sonaría a verdad de perogrullo. Sin embargo, en este preciso detalle reside lo interesante. Pues era solo cuestión de tiempo para que la historia argentina de los últimos treinta años vomitara un subsistema político que rubricara el mencionado feudalismo, aunque ya a nivel nacional. Y los exponentes más cabales de este plan resultaron ser Néstor Kirchner y su hoy viuda Cristina Elisabet Fernández Wilhelm. Escenario en donde no corresponde desmerecer, por cierto, a sus fieles operadores Carlos Kunkel (propaganda), Diana Conti (disciplinadora oficial en el parlamento), Horacio Verbitsky (comisario político e ideológico y nexo con el ala derechohumanista), Eugenio Zaffaroni (alfil judicial), Juan Carlos "Chueco" Mazzón (operaciones electorales), Nilda Garré (enlace militar) y Carlos Bettini (operaciones desde el extranjero). Mientras el resto del staff se complementa con personalidades de refinado costumbrismo sofista -aunque se trata de simples peleles de formación rudimentaria-, los altos nombres enumerados líneas arriba portan mentes brillantes, y en esto no debe haber espacio para la equivocación. Una vez planteada la meta, los protagonistas la cumplen a cualquier precio. El rango de alcance de estos señores sabe brillar, en gran parte gracias a un factor exógeno -a estas alturas, casi axiomático-: la oposición carece del recurso humano apto como para igualar la partida. Se trata de una lucha a todas luces desigual, cuando no asimétrica.

Hoy, ese mismo espectro opositor se desangra inapelablemente, tras presentarse a dar batalla por la vía del "más de lo mismo" y luego de negarse una sana -e ineludible- autodepuración. Felipe Solá, los hermanos Rodríguez Saá, y Hermes Binner nunca supieron resolver los problemas derivados de una clara falta de posicionamiento. Lejos de aportarle valor agregado a sus respectivos espacios, condujeron a un insalvable desdoblamiento del voto contrario al oficialismo. Hizo su entrada, finalmente, la falsa oposición, acaso la frutilla en la ingeniería del postre kirchnerista. Por su parte, el lomense Eduardo Alberto Duhalde se apersonó para la lid electoral acompañado de una infaltable Armada Brancaleone, desoyendo a una militancia talibanizada que le advertía sobre la posibilidad de sufrir idéntico destino que el del riojano Carlos Menem en 2003. En aquella oportunidad, el ex de Zulema Yoma pretendió subirse al triunfo de la mano de figuras a las que la ciudadanía ya le había bajado el pulgar de la popularidad: Alberto Kohan, Roberto Dromi y Carlos Corach, entre otros. Hasta el "conductor" Gerardo Sofovich supo escoltarlo en ocasión de algún programado desfile ante las cámaras de tevé, sorpresivamente atentas al entorno de los candidatos.

Para mediados de 2011, la apuesta de la inteligentsia cristinista se centró en anticipar el final de la película, en virtud de que el factor tiempo aún podría estropear la estrategia. Las falsas Primarias del 14 de agosto próximo-pasado sirvieron para ponerle punto final a una discusión que -ya para muchos- se presentaba inútil. En simultáneo, el trabajo de subsidización de las clases marginadas y de propaganda para fortalecer a los círculos de convencidos e intentar influir sobre los indecisos ya trabajaba a toda máquina. Hoy se sabe: el 23 de octubre no deparará mayores sorpresas. Y en la vereda de enfrente son protagonistas el silencio y la desazón.

"El futuro ya no es lo que era" podría esgrimirse en la indolente expresión de más de un candidato opositor que intentará jugar no ya "a la cabeza", sino "a los diez" (y con mucha fortuna). Respecto de ese futuro, las preguntas se multiplican ahora febrilmente, atropellando con violencia a las potenciales respuestas. Mientras algunos declaman que la Presidente de la Nación se lanzará a un todo o nada para endurecer discursos y procedimientos, la realidad podría devolver resultados algo disímiles: legisladores anotados en el payroll de Balcarce 50 comienzan, en secreto, a anticipar que el "esperado" enfriamiento de la economía se ha vuelto un asunto impostergable, y que se volverá realidad. A tal efecto, la medida que complementaría a las amenazas y presiones de AFIP (Administración Federal de Ingresos Públicos) para disuadir al público de que compre más moneda norteamericana podría sobrevenir en la forma de un draconiano congelamiento de salarios. En este sentido, ya se contabilizan algunas señales que así lo corroboran, con el silencio exigido a los sindicatos que pugnaban por brutales incrementos de sueldos. Desde hace pocos días, dio inicio el envío de facturas del servicio de gas domiciliario (MetroGas), que ya han dejado de incorporar el sello de "Boleta subsidiada por el Estado Nacional". En la práctica, esto significa que cuentas que promediaban los treinta pesos arriben con cifras superiores a $100. Las novedades corporativas confirman que las planas mayores de Edenor y Edesur podrán -en poco tiempo más- facturar lo que determine el mercado. Y Guillermo Moreno continúa "autorizando" incrementos en múltiples rubros. Otro ejemplo: desde hace ya algunos meses, los precios para el litro de combustible no observan mayor variación entre los surtidores de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y los del interior del país. En relación al tipo de cambio, las medidas conducentes a reprimir el potencial pánico no parecieran acusar falta de timing: el problema es que el público no se entere de que los industriales del ala cristinista -Ignacio De Mendiguren, para sus detractores, el "Devaluador Serial"- reclaman a viva voz por un dólar a $6,50. Es obligada una confesión: lo que el Gobierno Nacional persigue es evitar a toda costa que los pequeños ahorristas puedan protegerse. Se impone que paguen por las bondades que en todo este tiempo se les obsequiara desde la Casa Rosada. Amado Boudou sabe que no hay otro camino que resguardar al Tesoro porque el vendaval externo terminará haciendo añicos las reservas del Banco Central de la República, por cuanto ya no representa misterio que la verdadera liquidez del sistema apenas se referencia en escasos US$ 15 mil millones; el resto es solo papel pintado o confetti. El aceitado dispositivo de este falseado estado de bienestar cruje, en gran medida gracias a la política de subsidios y el hoy devaluado precio de la tonelada de soja en Chicago. Quizás el único atenuante para esta gigantesca piñata pronta para estallar tenga relación con el hecho de que los argentinos disponen hoy de poca reserva en moneda nacional para adquirir divisa foránea. Termina siendo reveladora, a fin de cuentas, la soterrada iniciativa oficial para que la gente no ahorre, e invierta en la compra con descuento de productos de línea blanca y/o televisores LCD o Led: al término del mes, no existe sobrante para refugiarse en la figura protectora de Benjamín Franklin. "Muy bien diez Felicitado" para los sociópatas y obscuros arquitectos del gobierno federal. Pero -a la hora de cubrir las apariencias- habrá que proceder con bien condimentada propaganda, esto es, pisar el acelerador para terminar de cooptar a los pocos medios "rebeldes" que quedan y perseguir a aquellos que ayudaron a reprimir a la guerrilla en los años setenta (pues los operadores principales ya están entre rejas). En cualesquiera de los casos, lo mejor se reserva para el final: el desmembramiento definitivo del Grupo Clarín (al mejor estilo de las leyes antimonopolio de los Estados Unidos) y la expropiación de Fibertel.

A la postre, el error de los analistas políticos del espectro local ha sido imaginar el cadalso del cristinismo a manos del accionar opositor y el ataque desesperado de la prensa, que trabaja a tiempo completo para desnudar los complejísimos casos de corrupción que otrora (vaya a saber por qué) habían dejado pasar. Sobre este tropiezo intelectual, el letrado Eugenio Zaffaroni arrojó algo de luz cuando señaló -pocos días atrás- que un sistema de partido único no es conveniente para el sistema democrático (luego de sus viajes de placer a México, algo habrá aprendido sobre el PRI, Partido Revolucionario Institucional). “Sería un grave inconveniente que exista un sistema de partido único por una coyuntura en la Argentina” y “Cuando no hay oposición afuera, pronto la oposición se genera adentro y puede haber problemas de gobernabilidad”, dijo también. Remataría el polémico alfil judicial de la Rosada con otra advertencia, relacionada con los riesgos que conlleva para el poder la concentración del mismo en una sola persona.

Conscientemente o no tanto, el Dr. Zaffaroni se permitió una aproximación de cara al reciente trabajo del autor Nassim Nicholas Taleb, intitulado "Cisne Negro". Poniendo el foco sobre las falencias inherentes a la mayoría de los análisis tradicionales, refiere Taleb que estos fracasan en virtud de que suelen pasar por alto la consideración y/o enumeración de variables que hacen a escenarios impensados o impensables. Estos resultados muchas veces tienen lugar, a contramano de la racionalidad más elemental, y reconfiguran la totalidad de un panorama. Coincidentemente, Cisne Negro observa puntos de contacto con la publicación de George Friedman -notable estudioso de la geopolítica-, y que lleva por etiqueta "Los Próximos 100 Años - Pronóstico para el Siglo XXI". Para el analista, los grandes líderes políticos de la historia se ven restringidos por las circunstancias que atraviesan en sus períodos presidenciales, a tal punto que rara vez pueden apartarse de un camino predeterminado por el "ADN" de su nación. Destaca Friedman que, en el rubro de la geopolítica, muchos hechos históricos que parecían de improbable ocurrencia terminan abriéndose camino y, simplemente, suceden, contra todo pronóstico. Cita, entre otros muchos, el ejemplo de Alemania, nación que -encontrándose en la más absoluta de las ruinas en 1930-, transformóse en una potencia de orden mundial apenas diez años después.

El Imperio Romano sucumbió ante las debilidades originadas en su propia fortaleza: mientras más extenso era su alcance territorial, más difícil y complejo se tornó el control de sus dominios. Sobrevinieron luego el despilfarro, una rampante corrupción y una sensación de imbatibilidad que en mucho competía con la soberbia y la iniquidad de su dirigencia. Con todo, el resquebrajamiento del sistema halló la manera de entrar en escena. El kirchnerismo/cristinismo -salvando las distancias- hallará su final, como en su momento sucedió con el PRI en tierra azteca. El tiro de gracia que podría hacer temblar el suelo bajo los pies de la Presidente Cristina Fernández y su entourage podría ser -por qué no- la economía. Existe consenso a la hora de contar a las bondades del consumo entre lo mejor del oficialismo. Pero el trabajo fino con que sus soldados hilan el perception management de su gobierno difícilmente pueda perpetuarse en el tiempo. En esa instancia, podría germinar súbitamente la semilla del malhumor social.

Una ciudadanía hastiada de la repetición y que se encuentre -de la noche a la mañana- con que el mundo feliz que tanto le habían promocionado no era tal, ciertamente no suele ser la mejor base de sustentación para un proyecto político de largo plazo. La viuda de Kirchner podría aprovechar la flamante cercanía de Carlos Menem para pedirle, al respecto, algún consejo. De amigo.


Por Matías E. Ruiz, Editor.
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